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En la cálida y acogedora cocina de los Min, el aroma a chocolate fresco inundaba el aire, envolviendo a Yoongi en una burbuja de felicidad. Se acomodó en un taburete de madera junto a la encimera, disfrutando de una deliciosa barra de chocolate. Con cada mordisco, se sentía más y más en casa, hasta que un escalofrío recorrió su espalda. Eran unos ojos intensos, como dos brasas ardientes, que lo observaban desde atrás. Parpadeó, confundido, mirando a su alrededor, pero no había nada ni nadie que interrumpiera su momento de tranquilidad.

Di un leve mordisco, dejando que el dulce sabor se fundiera en su boca. El aroma se volvía más intenso, y no solo del chocolate; ahora era un dulce olor que lo envolvía. Suspiró, dejando de lado la barra de chocolate y levantándose para buscar la fuente de esa fragancia irresistible.

Al girarse, sus ojos se encontraron con la figura pequeña de su omega, Jimin. Su vientre ya mostraba la curvatura de cuatro meses, y la imagen de Jimin con ese hermoso perfil lo llenó de ternura. Su omega lucía aún más adorable con sus mejillas ruborizadas y esos labios carnosos que tanto le encantaban. Yoongi no podía evitar sentir una oleada de deseo cada vez que lo veía así, tan vulnerable y perfecto, y por encima de todo, suyo.

—Hola, cariño —dijo, acercándose a él con una sonrisa mientras le tomaba el brazo con suavidad, sosteniéndolo con un cariño que solo un alfa podía ofrecer a su omega.

—Kookie, ¿estará bien? —preguntó Jimin, su tono lleno de preocupación mientras sus ojos profundos reflejaban la misma inquietud que Yoongi había sentido.

—Hoy en la mañana fui a visitarlo —respondió Yoongi, su voz calmada al mismo tiempo que posaba una mano en la cintura de su omega, presionando su cuerpo contra el de él, disfrutando del contacto. La calidez de Jimin era un refugio en sí mismo. —Estaba como siempre.

La forma en que el omega hizo un suave sonido de asentimiento, junto con su sonrisa, hizo que Yoongi se sintiera en paz. Era grandioso que Jimin siempre mostrara su preocupación por su hijo. Sus dedos acariciaban la suave piel de su mejilla mientras se inclinaba hacia él, ahuecando sus mofletes para darle un beso dulce que resonó con amor.

Amaba besar esos labios gruesos, esos que a menudo se llenaban de risas y dulces palabras. Era un ritual sagrado, un momento que les pertenecía solo a ellos.

Mientras la tarde avanzaba, la pareja decidió relajarse viendo una hermosa película que Yoongi había seleccionado. El clima era perfecto para acurrucarse y perderse en un mundo de fantasía, mientras pensaban en cómo organizarían su semana con el nuevo bebé en camino. Sin embargo, su momento se vio abruptamente interrumpido por un sonido familiar y detestable: el timbre del timbre resonando por toda la casa.

—¡Ugh! —refunfuñó Yoongi, levantándose de un salto. Una mano en la puerta y otra sosteniendo su frustración. Abrió un poco la puerta, encontrándose con la imagen de su hijo Jungkook, vestido de manera informal, casi como si hubiera sido un espía en una misión secreta.

—Kookie~ —llamó Jimin, tratando de levantarse rápidamente, pero su hijo lo interrumpió, entrando corriendo hacia él. La expresión de Jungkook brillaba con entusiasmo, un destello que hacía mucho que no veía. El joven había decidido arriesgarse y visitar a su familia.

—¡Hola, omma! —exclamó Jungkook mientras se lanzaba a los brazos de Jimin, quien lo abrazó con fuerza.

—Te extrañamos tanto —dijo Jimin, mirándolo con cariño mientras se sentaban juntos en el sillón.

—Yo solo quería verlos. —Jungkook se acomodó, sintiéndose a gusto en la presencia de su familia. Jimin, siempre atento a los deseos de su hijo, le pidió a Yoongi que le trajera un expreso y una torta de chocolate con vainilla.

¿Mi Pequeño amor?[VK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora