Lovebug

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NOTA: Canción arriba. 👆💙

Tomé el celular de la mesilla haciendo callar el ruido que provocaba parecido a una abeja, mis manos sudaban y mi corazón se aceleraba como un coche de carreras en una recta. No sabía que estaba esperando para contestar pero mis manos no me obedecían, estúpidas manos, esperé este momento durante todos estos meses de ausencia sin contar los primeros días después de su partida. Antes de contar los veintiocho segundos para que la llamada se cortara, atendí.

-¿Hola?- Mi voz y todo mi cuerpo temblaban.

-Hola, siento la hora.- Su voz parecía más dulce que antes. Mi corazón se aceleró más, podía escucharlo. También parecía algo nervioso, él siempre estaba seguro de todo lo que hacía, sentía cierto agrado que le pusiera nervioso, o al menos quería pensar que era yo.

-No importa, sabes que puedes llamar a la hora que quieras ¿Estás trabajando?- En Londres eran las doce de la mañana, en Los Ángeles eran las cinco de la tarde.

-No, no realmente. Estoy dando un paseo, pero hace un poco de frío aquí.- Escuché el viento chocando con su bocina.

-Leí que en Los Ángeles están a 33°- Reí.

-Sí... Sabes, deberías dejarme entrar porque en serio está helando aquí afuera.- Escuché una piedra chocar con mi ventana, llevé mis manos a mi boca. Corrí a la ventana y la abrí de par en par. Mi respiración se pauso por unos segundos.

-Oye, es en serio que hace frío.

Después de dos meses, pude ver su sonrisa y sus brillantes ojos otra vez. Bajé las escaleras de dos en dos temiendo a morir y avergonzarme frente de él, sería estupendo que después de no verme en mucho tiempo lo primero que vea de mí sea mi cara contra el suelo. Deslicé la puerta de cristal que daba a nuestro jardín trasero con Kerchak trás de mí moviendo la cola tanto que parecía un parabrisas. Casi sin pensar e ignorando el hecho de que traía una blusa sin mangas y el frío de Londres en otoño, salí corriendo a abrazar al chico que me hacía sentir viva y no lo digo por aquella pulsión, lo digo porque me hacía disfrutar de ella, era un placer estar con él. Al instante que mis brazos rodearon su cuello y los de él mi cintura, pude percibir ese chispazo de electricidad que siempre estaba allí cuando él me tocaba, me miraba o me hablaba; mi olfato volvió a percibir ese olor a Lima y menta, suspiré tratando de llenar mis pulmones de aquello. No sabía que decir, no tenía palabras. Él fue el primero en hablar y en romper el largo abrazo.

-Oye traje la cena... O el desayuno.- Me mostró la bolsa que tenía en las manos.- Es pasta, sé que te encanta, a lo mejor y no es muy buena idea que la comamos a esta hora.- Se rió ¡Jesús!

-Sí, pero igual lo haremos ¿Cierto?

-Claro que sí.- Sonrió, me abrazó por los hombros tocando mi piel cálida con su fría mano, por lo que grité, él sólo rió fuerte.

Entramos a casa, prendimos las luces de la sala y de la cocina, entré y metí los platos al microondas, no sabia como comportarme, él estaba aquí y yo moría de felicidad. Cuando estuvo listo los tomé y los llevé a la sala con él, se giro en su eje y me sonrió, estiró su mano y seguido de eso sólo vi que espuma se dirigía a mis ojos y a mí boca.

-Oh, lo siento.- Se río.- No era mi intención casi dejarte ciega.- Quitó los platos de mis manos y limpió mi cara con sus manos.

-Bueno, gracias, le cayó todo a la comida.- Limpiaba mi cara con insistencia. Sus manos eran suaves y grandes para mi cara, estaba frío pero ya no me importaba mucho. Me puse de puntillas y lo besé cortamente. Dios, extrañaba sus finos y suaves, muy suaves, labios, el primer beso después de cinco meses.

CasualidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora