3. No siempre se es feliz.

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🏵️CAPÍTULO II🏵

Emilia

Me levanto muy temprano para ir a trabajar en la cafetería por medio tiempo, ruego a Dios que al salir de mi habitación no me encuentre con tía María o en lo peor del caso con Carlos. Pero no es así, al bajar a la cocina veo a los dos sentados en la isla bebiendo café, el hombre leyendo el periódico y la mujer llenando crucigramas de una revista femenina.

¡Qué suerte la mía!

Tía María era la típica mujer que le encanta ver lo que hacen los vecinos o bien criticar a los demás iniciando por mí quién al mirarme de pies a cabeza me hace la seña reprobatoria. No importa lo que vista o lo que haga, para María Vega siempre seré la inmundicia en su vida y eso siempre me hace cuestionar cual es el motivo por el que me odia con esa intensidad.

No saludo, no está en mis emociones hacerlo hace mucho dejé los buenos tratos con ella.

— ¿Creo que unos buenos días no estaría mal para nosotros? —Habla Carlos en vez de María, el hombre no me mira, sino que su atención supuestamente está en el conjunto de papeles elevados en su mano.

—Creo que la cortesía se acabó en esta casa desde que mis padres murieron, Carlos.

Tía María da un gruñido de esos que no parecen humanos como para que te puedas orinar del miedo, yo ya estoy acostumbrada a ello.

— ¿Estás siendo grosera con tu tío Carlos?

Le doy la espalda, hoy está vestida de otro camisón colorido y unos rulos plásticos para mantener su cabello pintado en ondas grotescas, nada que ver con la mujer que era hace años con su esbelta figura y su porte de nativa suramericana.

— ¿A dónde piensas ir vestida como una cualquiera?

Me miro a mi misma antes de abrir el refrigerador y suspiro con mucha pesadez, yo solo uso un pantalón de mezclilla para nada revelador, mis tradicionales zapatos de lona con una camiseta de tiras que la verdad no llama la atención.

—Voy a darle mi cuerpo al primer rico que vea para que así te sientas feliz.

Ella abre la boca, Carlos trata de no reír lo cual hace, pero luego, tras la mirada de María opta por callar.

— ¿Estás siendo insolente?

—Tu hija se viste peor que yo y no le dices nada.

Ella se escandaliza y me mira con enfado. —Ella es una buena chica.

— ¿Y yo no lo soy porque soy insolente?

— ¿A veces me pregunto si de verdad eres hija de Roberto?

Yo la miro con enfado, odio cuando dice ese tipo de estupideces: — Y yo a veces me pregunto si de verdad eres su hermana.

Y lo que me gano por el comentario es una severa bofetada que hace arder una mejilla en mi rostro.

—No puedes decir semejante osadía.

—Estamos a mano. —Le digo acariciando la zona golpeada

¿Por qué tanto odio hacia mí?

Trato de ignorar todo, trato de no dejar que ella me afecte y voy por los contenedores dentro del refrigerador dándome cuenta que están vacíos. Los emparedados de atún y pavo que había preparado para llevarme a trabajar no estaban en su lugar, en la cafetería los de medio tiempo no tenemos derecho a comer.

SERIE RAZAS ANTIGUAS I: La Promesa del Rey Oscuro. *FINALIZADA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora