Capítulo 8: Pastelillos

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Correr bajo la lluvia no fue buena idea. Claro que fue algo divertidísimo pero mi pobre Erik pescó un resfrío. Al principio, decía que podía cuidarse solo y que estaría bien en unos dos días. Al tercer día, la fiebre no le dejaba levantarse de la cama... o ataúd.

Tuve que entrar en su habitación e ignorar la maldita caja en la que dormía para poder cuidar de él. Le hice una sopa de pollo y le preparé un buen té de limón con miel que tuve que hacerle beber a la fuerza porque, según él, era una cosa asquerosa.

Cuando se durmió, fui a la cocina a limpiar las cosas. Estaba entretenida lavando los platos cuando sentí un leve sollozo. Rápidamente, fui al cuarto a ver qué sucedía.

Erik estaba dormido pero lloraba y no dejaba de mover la cabeza de un lado a otro. Supuse que debía tener una pesadilla. Estaba acercándome a él cuando escuché que murmuraba algo.

- No... Por favor... No me mates...

Puse una mano en su pecho desnudo mientras acariciaba su frente sudorosa

- Erik... Despierta, es todo un sueño - dije con voz suave. Quería despertarle pero sin asustarle.

Miré su pecho y retiré la mano impresionada al ver todos sus huesos marcándose en su piel, que era fría y blanca como la de un muerto. En ese momento, mientras yo miraba su piel, él despertó. Con un rápido movimiento, se cubrió con la sábana hasta el cuello y me miró con recelo.

- ¿Qué sucede? - preguntó con seriedad.

- Nada, yo... Tenías una pesadilla y vine para despertarte. - respondí fingiendo una sonrisa y cambié el tema - ¿Qué soñabas?

- No sé... ¿Te importaría dejarme solo? - pidió con sequedad.

Me levanté de su lado y le miré sintiéndome culpable. Asentí y le dejé solo. Cuando volví al comedor, me dejé caer en el sillón. Mi cuerpo temblaba y pasé una mano por mi frente para acomodar mi cabello.

El cuerpo de Erik se veía muy frágil y su piel era... no era muy agradable al tacto. Sin embargo, al acercarme tanto a él, había sentido el aroma exquisito de su colonia. Y me había gustado.

Pasé saliva con cuidado. No podía enamorarme de Erik porque debía dedicarme a buscar a mi hermana. No podía enamorarme de Erik porque él...

Bueno... Erik no era un hombre como los demás.

******

- ¿Qué vamos a estudiar hoy, Erik? - le pregunté entrando en la sala.

Me senté frente a su escritorio y él ni siquiera me miró. No. Siguió concentrado en su plano. A veces Erik solía tratarme con indiferencia y yo sólo me quedaba viéndole hasta que él se dignaba a responderme.

- Hoy no estudiaremos nada, rubita - respondió lentamente luego de un siglo de espera.

- ¿Qué? ¿Por qué? - pregunté sorprendida. ¿Cómo que no íbamos a estudiar nada?

Erik me miró con sus ojos de fuego y no pude ver la expresión de su rostro gracias a esa tonta máscara.

- Adivina porqué.

- No lo sé... Quizás crees que soy un caso perdido y que no aprenderé nada así que no quieres tomarte la molestia de enseñarme nada más o quizá tienes cosas mucho más importantes que hacer que dedicarle tu tiempo a una estúpida ignorante.

Se hizo un silencio sepulcral. ¿Por qué yo había dicho todas esas cosas?

- No vamos a estudiar nada porque ya lo sabes todo, mujer - respondió con seriedad.

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