Capítulo 3: Mala suerte

385 35 10
                                    

<< Estaba en el río, lavando como me pediste, hermana. Rosie jugaba con unas piedritas detrás mío. Yo sentí un grito y cuando me giré, vi que un hombre borracho trataba de llevarse a la niña. Me interpuse entre ellos y el hombre me empujó entonces, mientras caía, lo agarré de la camisa y los dos nos caimos al suelo.

Estuvimos forcejeando en la orilla y me pateó el bolso con la ropa. Como había mucha corriente, el agua se la llevó. Después me tiró con mucha fuerza a un costado, tomó a Rosie de la cintura y comenzó a cruzar el río con ella. Pero, como estaba borracho y la corriente era muy pero muy fuerte, se cayó y el agua los arrastró a los dos. Tuve que nadar hasta ellos y clavarle en el hombro una tijera, que siempre llevo conmigo, para que soltara a la niña.

Finalmente, la llevé a la orilla y traté de juntar las pocas prendas que quedaron... ¡Ay, fue un momento horrible! >>

- Lo siento, Madeleine. Sé que debió ser muy duro para tí - susurró Alice cuando terminé de contarle la mentira entre sollozos. Las otras me miraban con pena y se lamentaban por sus ropas mientras trataban de hacer entrar en calor a Rosie, que aún temblaba.

- No te preocupes, lo importante es que la niña está a salvo... El hecho de pensar en lo que hubiese pasado si él... - dije, con fingida tristeza, y comencé a llorar cubriendo mi cara con mis manos.

Alice me abrazó y besó mi frente, luego se fueron a almorzar en el comedor de la posada, dejándome sola. Yo no tenía hambre, el terror de ver a Rosie siendo arrastrada por el agua y la mentira dicha a todas me habían cerrado el estómago. Tenía miedo de que, en cualquier momento, la niña dijera algo y lo arruinara todo.

Me acosté en mi cama y me envolví con las frazadas. Iba a resfriarme, lo sabía. Me dormí y soñé con momentos tiernos de mi infancia, veía a mis cinco hermanos jugar persiguiendo las gallinas de mi abuela, mi madre preparar la cena... En esa época éramos pobres pero felices hasta que mi papá decidió que siete hijos era mucho y nos envió a Alice y a mí, las mayores, a vivir a París, a buscarnos nuestra suerte.

Me desperté y noté que Alice estaba en frente mío, muy pálida y asustada.

- Tienes que irte... Tienes que volver a París - susurró con un hilo de voz.

- ¿Qué? ¿Por qué? - me levanté rápido de la cama y sus ojos se llenaron de lágrimas. Hacía diez años que no veía a mi hermana llorar y eso no hizo más que llenarme de terror.

¿Qué podía ser tan grave para hacer llorar a esa mujer de acero?

- El borracho que las atacó... Apareció muerto, río abajo, su cuerpo está todo golpeado y tiene algunas puñaladas... Pero no encontraron el arma.

- Alice yo... - comencé a decir pero me callé. ¿Cómo le iba a explicar que era todo una mentira?

- Maddie... - mi hermana jamás me llamaba así, eso significaba que estaba muy desesperada - La policía está abajo. Ellos creen que fue un hombre, no saben que eres tú. Si te vas, nunca te van a encontrar. ¡No hay testigos!

- Pero yo... No quiero irme, no quiero estar sola en París, nunca estuvimos separadas, por favor Alice, hermana, por favor - comencé a llorar con amargura. Ya era muy tarde para decir la verdad.

- ¡Basta, Madeleine! - me gritó mi hermana, sobreponiendose a la situación, como siempre. Esa mujer era una piedra - ¿Sabes por qué estamos en Lyon?

Lo que digas  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora