Capítulo 19: Feliz cumpleaños

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Era domingo y yo estaba tendida en el pasto, debajo de un frondoso pino. Mis ojos estaban cerrados y respiraba plácidamente. Hacía mucho no me sentía tan tranquila. Los rayos de sol se filtraban débilmente por entre las ramas y chocaban contra la piel de mi rostro y brazos.

Suspiré con una sonrisa, era un momento sumamente delicioso pero no iba a durar mucho... Unas pisadas me hicieron levantarme.

- ¡Fontaine! - exclamó mi cuñado que se acercaba a grandes zancadas desde el interior de la casa.

- ¿Qué quieres Antoine? ¿Qué te motiva a romper mi calma? - le grité con enojo fingido mientras él se reía.

Llegó junto a mí y se secó su frente con un pañuelo. Estaba muy agitado.

- Debes bajar de peso, tío - le dije sonriendo.

- Eso quisiera... - replicó con una mueca amarga. El doctor le había recomendado ejercicio y dieta pero aún así él no lograba bajar de peso - En fin, vengo a contarte lo último en rumores - sonrió con malicia.

- ¡Ay, Antoine! - exclamé tirándome hacia atrás en el pasto y cruzando mis brazos.

- No te hagas el tonto, sé que amas los rumores más que yo.

No pude evitar sonreír ante ésta verdad. Alice, Antoine y yo teníamos esa mala costumbre de hablar de los demás mientras tomábamos el té de la tarde. Aunque en nuestra casa había muchas más sombras que luces, los demás nos consideraban la familia perfecta.

- ¿No puedes esperar hasta el té? - pregunté tratando de borrar esa sonrisa de mi cara.

- No - murmuró y se sentó a mi lado - Al parecer, los directores de la Ópera van a vender.

- ¿Vender? Mi preciosa... ¿Por qué? - pregunté sorprendida.

- Por el fantasma de la Ópera - explicó abriendo sus ojos como si fuese algo obvio.

- Pero... Mi ópera... ¿Van a demolerla? - me incorporé y le miré con verdadero horror.

- ¡No! Sólo van a cambiar de directores. Parece que mantener al fantasma es bastante complicado, jajaja - río a carcajadas. Yo puse mis ojos en blanco mientras él continuaba con sus risotadas.

- ¿Entonces no van a demoler?

- No.

- Genial - murmuré con alivio y volví a tenderme.

No tenía muchas ganas de conversar y creí que se iría pero permanecía ahí, en silencio, jugando con los pastitos.

- ¿Sabes? Alice y yo fuimos a la ópera la otra noche porque representaban nuestra obra favorita, "Romeo y Julieta".

- ¡Qué romántico!

- Sí, y nos sorprendimos con una chica que se llama Christine Daeé. Cantó muy bonito y estuve pensando contratarla para el cumpleaños de Alice, pero como una sorpresa. ¿Qué dices?

- Hazlo, me da igual - respondí encogiendo mis hombros. Si a ellos les gustaba la voz de Christine, yo no era nadie para impedirle que la contrate.

- Claro, el problema es que yo no tengo mucho dinero y...

- Y quieres que tu sobrino pague.

- Eso mismo, me conoces muy bien - sonrió con todo el descaro del mundo.

- Si eso hace feliz a Alice, lo haré. Me encargaré de todo.

De pronto recordé la historia de mi hermana y su extraño matrimonio. Antoine estaba levantándose y yo le cogí del brazo con rudeza.

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