Capítulo 15: Que París lo sepa

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Hablé con Garnier y acordamos que el palco número cinco, el mejor de todos, sería alquilado a mí esa noche importante.

Con ojos brillantes y ansiosos, asistí a la primera función, la función de inauguración. Erik ya estaba en el palco cuando yo entré, semioculto entre las sombras. Le miré con una sonrisa radiante y él me respondió asintiendo.

Todo me parecía perfecto y adorable, no podía dejar de sonreír con admiración pero Erik permanecía serio. Cuando la obra terminó, corrí a la casa. Necesitaba saber qué le sucedía.

Una de las cosas que Erik me había enseñado era a pasar desapercibida, caminar sin hacer ruido. Por ésta razón, le sorprendí cerca del cuarto sótano. Aparecí detrás suyo y le tapé los ojos con mis manos, sin decir una palabra.

- ¡Madeleine! - susurró con un suspiro.

- ¿Por qué tan serio? - le pregunté fingiendo una voz gutural, acercándome a su oído.

- ¿Marius? No, yo prefiero a Madeleine - respondió lentamente.

La poca luz que había apenas me permitía distinguir su silueta. Despacio, él giró sobre sus talones y quedamos frente a frente, muy cerca uno del otro. Sentía su respiración y su perfume me embriagaba.

- ¿Por qué? - pregunté en un suave ronroneo. No estaba segura pero creí verle sonreír. Deseaba besarle, la oscuridad era perfecta para ello.

Humedecí mis labios lentamente y creí que él se estaba acercando, casi sentía su cuerpo rozar el mío. Era un momento íntimo, sensual, cerré mis ojos y decidí que me dejaría llevar. Suspiré un poco para demostrarle que estaba de acuerdo.

Sentí su aliento en mis labios y suspiré otra vez. Era un momento perfecto, estaba encantada de lo que ese hombre causaba en mí con actos tan sencillos...

Pero un horrible ruido arruinó todo. Alguien había dejado caer algo pesado, como un mueble, en uno de los pisos de arriba.

- ¿Erik? - llamé débilmente. Pero él ya no estaba. Encendí una cerilla y vi el corredor vacío a mi alrededor.

Mi respiración estaba algo agitada y me senté en el frío suelo de piedra a pensar. Me sentía temblar y no dejaba de repetirme que todo estaba mal, que no podía quedarme con él y debía hacer algo para encontrar a Alice en vez de andar jugando con Erik

Pasé una mano por mi cabello y recordé esa tarde que Erik dijo que yo le importaba, recordé cuando dijo que yo era una criatura muy dulce. Hacía tres días me había llamado "ángel". ¿Se estaría enamorando?

Me levanté y caminé lentamente hasta la casa del lago. Me sentía extraña porque seguía con esas ganas de besarle pero sabía que estaba mal. Además, algo me decía que Erik no era para mí.

Me armé de valor y entré en la casa. Él apenas me miró y siguió concentrado en sus dibujos. El resto de la noche hablamos de cosas triviales y caminamos los interminables pasillos de la ópera después de cenar. Hablamos sobre la función y me explicó las razones por las cuales no le gustó. Eran muchas y yo no lograba entenderlas, se refería siempre a cosas técnicas sobre la música.

Me fui a dormir pensando en él, pensando en averiguar sus sentimientos. De algún modo quería ser más cercana a él, quería... Pero traté de reprimir esos pensamientos, esos sentimientos. Ya me habían lastimado una vez y me quitaron lo más preciado que poseía. Debía evitar que me lastimaran otra vez.

- Buen día, mujer - saludó Erik mientras caminaba hacia la mesa con un bostezo más propio de un animal que de un hombre.

- Buen día - respondí tomando un sorbo de mi taza.

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