Capítulo 5: En la rivera

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Meses después, estaba haciendo unas compras para madame Valerius cuando sentí que había alguien detrás mío. A pesar de que el lugar estaba repleto, esta persona parecía emanar cierta mala energía. Yo, que había aprendido algunas cosas con un grupo de gitanos y adivinadores, de inmediato comprendí que buscaba hacerme algún daño.

Me giré y era Eugenne, con su media sonrisa y su nariz de ave rapaz. Me veía de arriba a abajo con ironía y detenía su vista en mis pechos, ahora completamente cubiertos por la tela del vestido que llevaba. Antes, solía usar ciertos escotes que permitían ver demasiado bien el nacimiento de mis grandes pechos.

- Buenas tardes, señorita - dijo de modo galante mientras se quitaba el sombrero de policía.

- Buenas tardes, inspector - le respondí con una pequeña sonrisa y pasé por su lado para alejarme pero él me tomó del brazo y me detuvo.

- Tengo que hablar con usted, si no le molesta - gruñó completamente serio y con una sombría mirada.

Eugenne, a pesar de su nariz, era un hombre muy atractivo y nosotras siempre tratábamos de ganarnos su confianza pero a él no le interesaba ninguna. Se rumoreaba que frecuentaba ciertas casas donde los hombres bebían y se divertían... sin mujeres.

Con rudeza, liberé mi brazo de su mano, que me apretaba como una tenaza. Acomodé mi cabello y caminé lento hasta una plaza donde había pocas personas. Él me seguía a poca distancia.

Nos sentamos en un banco, en silencio y sin mirarnos.

- ¿Dónde están las otras? - preguntó en voz baja.

- ¿Qué otras?

- ¿Por qué vives en casa de madame Valerius?

- Soy la doncella de la señora Valerius - respondí con voz firme.

- ¿Doncella? No me hagas reír, tú eres una cortesana.

- No sé de qué habla - suspiré. Estaba dispuesta a negarlo todo.

- No voy a permitir que mates a esa mujer... Ella es una persona decente, no puede tener en su casa a alguien como tú. Estoy seguro de que no sabe quién eres.

- Madame Valerius es una mujer decente y yo también lo soy. Creo que me ha confundido usted.

- No te creo nada... Mujerzuela.

- ¿Cómo se atreve? - le miré con molestia, fingiendo sentirme dolida.

- Voy a darte dos días para que salgas de esa casa por tu propia voluntad o tendré que ir a hablar con ella y contarle todo sobre ti, ¿me escuchaste bien?

Al escuchar esto, el corazón se me encogió. Ese maldito iba a decirle todo a madame Valerius y yo estaba segura de que ella jamás me perdonaría la mentira. No pude evitar comenzar a llorar como una niña pequeña.

- ¡No lo hagas! Eugenne, te lo ruego... - me aferré a su brazo con mis dos manos mientras le miraba con desesperación. Él se sonrió disfrutando el momento. - No voy a hacerles daño, ni a ella ni a la muchacha, ¡por favor no les digas! Van a echarme y no quiero volver a la calle.

- Ese no es mi problema - se puso de pie y me miró con malicia.

Sacó un pañuelo de su bolsillo y me lo tendió. Este era un acto de caballerosidad pero Eugenne lo hacía con maldad. Al ver que yo no le aceptaba el gesto, lo dejó sobre el respaldo del banco.

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