Capítulo 35: Eugenne en los sótanos

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Erik me llevó, por el camino a los calabozos, hasta un pequeño cuarto que, por mi plano mental de la ópera, supuse que quedaba debajo de la sala de los espejos, lo que significaba que se encontraba justo en el centro de la ópera pero varios metros por debajo del suelo.

Según él, ahí estaba la clave de la amenaza. Pero, cuando abrió la puerta y su linterna alumbró el lugar, me decepcioné un poco.

- ¿Tu bodega? - pregunté con aburrimiento, estudiando el lugar con la mirada. Debía haber más de 30 toneles en ese pequeño cuarto.

- No, mi querido - respondió con ironía y seriedad - Éstos toneles están llenos de pólvora, la suficiente para volar hasta los distritos más cercanos.

- ¿¡Qué!? - grité aterrada pero me callé cuando vi la expresión de vacío y soledad en sus ojos porque supe que iba en serio.

"Calmate. Si empiezas con tus idioteces, él lo hará volar todo ahora." me ordenó mi mente y traté de obedecerle.

- Voy a vengarme de todos... Si yo no puedo llevar una vida normal es por culpa de toda esa gente. Si yo estoy condenado a vivir bajo tierra entonces los condeno a ellos a dejar de vivir... - reprimió un sollozo y se cubrió la boca con el brazo.

- Christine... - exhalé, como si ella fuese la culpable de todo - También la matarás.

- Ella se casará conmigo y, si se niega, moriremos todos. - explicó con gravedad, no considerando otras opciones.

- ¿Es con esto que la amenazas? - le pregunté con los ojos llenos de lágrimas - ¿La obligas a sentir algo por ti sólo para vivir? ¿Te das cuenta de lo enfermo que es todo esto?

- Ella no lo sabe, no se lo he dicho. Aún no ha llegado el momento.

Se sentó en el suelo, con las piernas extendidas. Apoyando la cabeza en la pared, Erik cerró los ojos.

- De alguna manera debo detenerte, Erik. No puedo dejar que te llenes de sangre, sangre inocente... Piensa en todos los niños que morirán - susurré ahogando un llanto al pensar en los suaves rostros de mis sobrinos.

- Entonces ayúdame... Ayúdame a que acepte casarse conmigo - rogó desde el suelo.

Pensé en mandarlo al diablo y huir de la ciudad pero luego se me ocurrió que podría seguirle el juego y matarle si Christine decía que no. Quizá podría funcionar pero debería ganarme toda su confianza primero.

"Para eso debes ir despacio..."

- Lo haré - respondí después de lo que me pareció una eternidad y vi los ojos de fuego de Erik clavarse en mí - Christine se casará contigo y serás feliz... Pero París estará a salvo, ¿verdad?

- Si ella me acepta, nos iremos lejos de aquí. No puedo permitir que alguien intente arrebatarmela.

- Está bien, te ayudaré. Dime lo que quieres que haga y lo haré.

Erik se puso de pie y me miró con seriedad un momento, después me estrechó la mano.

- Por ahora no necesitaré nada. Pero, cuando vuelva Christine, quiero que la sigas en sus paseos con el muchacho.

- ¿Y por qué no lo haces tú?

- Por la simple razón de que le prometí que no lo haría... Pero nadie dijo nada de un ayudante - sonrió y comenzamos a caminar hacia la casa del lago - Quiero que vengas a ver su presentación en dos noches, será increíble su regreso. Debes tratar de estar en el palco cinco o en la platea, cerca de bastidores. Esperarás que la gente se disperse y comenzarás a seguirlos.

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