Capítulo 22: Embriaguarse

240 29 2
                                    

Caminé pesadamente hasta mi estudio. Mi aspecto no debía ser muy bueno porque todos me miraban extrañados, en especial los vecinos. Seguro les sorprendía ver al gran Marius Fontaine, siempre pulcro y correcto, despeinado y desalineado.

Me encerré en la salita de mi estudio a beber. Beber y llorar. Toda la noche. Iba a denunciarme, estaba segura. Lo comprendí al ver las lágrimas en sus ojos. Era algo demasiado horrible como para quedar impune, como para ser perdonada.

Yo no tenía la sangre fría de Alice.

Era irónico. Yo había matado a tres hombres con mis propias manos. Ahora yo moriría de la misma manera: ahorcada.

Soñé que mi rostro se contraia en esas muecas, hacía esos mismos sonidos guturales. Y era Eugenne quien estaba detrás mío jalando los extremos de la cuerda.

Alguien gritando mi nombre me despertó. Tenía una resaca horrible y sentía que iba a desplomarme en cualquier momento. Sin embargo, abrí la ventana y me asomé. La luz del sol me cegó y me obligó a entrecerrar los ojos.

- ¡Marius! Vamos a casa. ¡Alice está preocupada por ti!

Antoine era el que me llamaba y, al verme, comenzó a gritar que baje en seguida a abrirle la puerta.

Sintiendo todo el peso del mundo sobre mis hombros, bajé las escaleras con mucho cuidado de no resbalarme. En la sala de trabajo, me tropecé con las mesas y sillas, que estaban desordenadas. Los planos, que mis ayudantes habían realizado el día anterior, aparecían aquí y allá en el suelo y yo trataba de no pisarlos.

Abrí la puerta y Antoine me miró asombrado. Un segundo después, puso una sonrisa pícara en su rostro y levantó una ceja.

- ¡Vaya noche has tenido, sobrino! - comentó riendo. Como yo no hice ninguna mueca, él me empujó suavemente hacia el interior del lugar y cerró la puerta detrás suyo.

Al ver el desorden, el caos de esa sala, su expresión cambió y me interrogó con la mirada.

- Los despedí a todos. Se estaban burlando de ustedes, de nosotros... A mis espaldas - me desplomé en una de las sillas y me cubrí el rostro con las dos manos - Será mejor que empiece a trabajar en estos planos o voy a tener problemas - expliqué con amargura, como una sutil invitación a dejarme en paz.

- ¿Dónde estuviste todo el día? Alice me envió por ti varias veces y en ningún momento pude localizarte. Ella ha llorado... Hacía tiempo no lloraba - se notaba que estaba muy preocupado y que de verdad le interesaba mi hermana.

Quizá Antoine era más que un tipo frívolo y superficial, quizá había cosas mucho más importantes para él que ser reconocido en sociedad. Quizá le juzgué mal y esa noche, la noche del cumpleaños de Alice, me comporté como una perfecta idiota. Entonces, me conmoví.

- Antoine... Lo siento, no quería arruinar las cosas. Pero siempre lo hago. Creo que no debería haberme metido en su vida ni en su casa, ustedes estaban bien sin mí... Perdóname, por favor.

Reprimí un sollozo, tapando mi boca con un pañuelo. Él alzó las cejas con verdadera sorpresa por mis palabras, porque Antoine y yo no nos teníamos demasiado afecto y siempre nos hablábamos con sarcasmos.

- ¿De qué hablas? ¡Alice y los niños te adoran! - nos quedamos unos minutos en silencio y en sus ojos vi un extraño brillo - Creo que estás un poco cansado y unas semanas lejos te irán bien.

- ¿Irme? - sonreí ante la estúpida idea. Aquí o allá. Daba igual. Moriría.

- Puedes ir a Toulouse y atender mis negocios junto con mi hermano y volver cuando desees. Te aseguro que estar con Lucien despejará tu mente.

- ¿Y quién es ese Lucien?

- Mi hermano, Lucien D'Azur. Es el menor de los varones, después sigue mi hermana Suzie. Te he hablado de ellos - me reprochó.

Era verdad, lo había hecho. Y yo lo había olvidado.

- Quizá no sea tan mala idea después de todo - murmuré más para mí que para él. Me levanté de la silla y esbocé una sonrisa tonta - Iré.

Lo que digas  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora