Se inventó una historia terrible sobre el buen Marius. Se decía que había vendido su alma al diablo, ya que, al subirse esa noche en la berlina, la risotada que se oyó provenía directamente del infierno.
El diablo, en el cuerpo de una mujer pelirroja de ojos grises, le había citado esa medianoche y él le vendió su alma a cambio de ser exitoso y adinerado y, en un tiempo no muy lejano, heredar su título de conde. La condición era no volver a tocar mujer alguna y por eso rechazaba a las mujeres que se le acercaban.
Conocí en esos días a un falsificador que me convirtió en arquitecto. Erik casi se desmayó cuando le mostré el certificado, con una sonrisa gigante. A todo el mundo le dije que Garnier y yo éramos íntimos amigos, insinuando siempre un pequeño grado de participación en la construcción de la Ópera.
Así comenzaron mis primeros trabajos de arquitectura. Diseñé algunas casas en esa época y gané buenas sumas de dinero que guardé para el futuro.
Cada día que pasaba, me sentía más cerca de Marius que de Madeleine. Comencé a tratar a Erik como si fuese mi camarada, mi compañero. Actuando de esta manera, me contó muchas cosas de su pasado que me hacían estremecer.
Todas las noches, paseando por la calle, por la orilla del río, sentados en la sala o en el patio de la casa, siempre con cigarrillos y alcohol de por medio, Erik me hablaba de la frialdad de su madre, de las miradas y burlas que recibía del público en el circo, las palabras macabras con que lo anunciaban, sus años en Persia, la maldad de la sultana, los asesinatos, las horas rosadas...
Hablaba de todo con total libertad y liviandad pero yo notaba en sus ojos el dolor y el remordimiento cuando pensaba en todos los infelices muertos gracias a él.
Le conté de mi familia. Mi vida normal y tranquila en la pequeña aldea. Mi padre el borracho, mi madre la mártir, esa que tuvo siete hijos. Mis hermanos hambrientos, Alice y yo robando cosas, Alice y yo siendo castigadas, Alice y yo llegando a París, trabajando en el circo... Y hasta ahí podía contarle porque no era nada agradable recordar a todos esos hombres...
La Ópera iba tomando forma lentamente y Erik siempre iba a revisar todo. De un momento a otro, le noté más animado. Con un pretexto estúpido, pidió a Garnier todos los planos y pasó varias noches copiandolos, revisandolos. De no haber tenido tantos trabajos, le hubiera preguntado qué se proponía hacer.
- Necesito tu ayuda - me dijo una tarde, con voz firme.
Yo estaba terminando un plano en la cocina mientras horneaba pan. Levanté la vista hacia él y le sonreí.
- Es que sería difícil hacerlo solo - explicó encogiendose de hombros.
- Lo que digas, Erik. Cuentale al buen Marius lo que quieres hacer.
- Voy a... A construir una casa.
- Pero si ya tienes una - repliqué extendiendo los brazos.
- Pues... - se detuvo indeciso y se rascó la frente. Suspiró - Pienso vivir en los sótanos de la Ópera y diseñar todo un sistema de trampas que me permitan hacer lo que quiera.
- ¿Por qué? ¿Planeas espiar a las bailarinas mientras se visten? - pregunté y levanté las cejas con una sonrisa.
- No, por Dios... - desvió la vista terriblemente ruborizado - ¿Me ayudarás?
Me encogí de hombros.
- De momento no tengo nada mejor que hacer.
******
Para cuando Erik y yo comenzamos a vivir en los sótanos, nuestra relación había cambiado mucho. Todo el tiempo que nos tomó construir la casa en el sótano, junto al pequeño lago, nos sirvió para convertirnos en buenos amigos y nos alejamos de Marius.
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Lo que digas #1
De TodoNunca imaginé conocer a un hombre así. ¿Es posible la felicidad para una persona rota como yo? ¿Será que puedo volver a enamorarme? ¿Será que él logre amarme alguna vez? Fanfic sobre "El fantasma de la Ópera" #1 en Thephantomoftheopera :D (01-2019...