Capítulo 37: También tengo miedo

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- Necesito unas gotas que sean lo suficientemente potente para hacer dormir a un hombre durante unas ocho horas y que pueda poner mezclar con alcohol o con café.

El vendedor me miró con aburrimiento y se giró para extraer una caja del estante. La apoyó en el mostrador y extrajo un pequeño gotero que empujó contra mi brazo.

- Tres copas de vino, veinte gotas y dormirá como un tronco por diez o doce horas.

- Gracias.

Pagué y volví hasta el estudio. Cuando llegué, la doncella me esperaba, con una caja de bombones muy delicadamente envuelta con lazos de tonos pastel.

- Buen día a todos - saludé, colgando mi sombrero en el perchero - Ven conmigo, hablaremos en mi despacho - le dije en voz baja a la mujer mientras todos nos veían de reojo.

Según el plan que se estaba formando en mi mente, sus informaciones ya no serían útiles pero no estaba yo en una posición como para dejar cabos sueltos y todo podía servirme.

Subimos las escaleras y le pedí que tome asiento en mi escritorio mientras quitaba con disimulo el arma de mi cintura y la guardaba en un cajón.

- Dime.

- En ese lugar vive una señora muy anciana llamada Myriam Valerius y su hija Christine Daeé, que es cantante. - soltó de golpe la información y me miró tratando de adivinar el secreto... Si supieras.

- Ahora mismo escribiré la carta para Alice así puedes enviarla al correo - le dije mientras tomaba mi pluma y comenzaba a garabatear las palabras. Me detuve de pronto, con vergüenza al darme cuenta de que no sabía el nombre de esa mujer ni del resto de los sirvientes.

"Eres una mala persona, eres igual que esa gentuza rica que tanto desprecias."

- ¿Cuál era tu apellido? - fingí preocupación y me di un golpecito en la frente.

Me dijo su nombre y continué la carta. Le di el dinero por hacer el mandado y para enviar la carta, luego le pedí que tuviera listo el almuerzo para que pudiera comer deprisa.

Una vez sola, hice pasar a Jacques.

- Escucha, Jacques, tendrás que encargarte de todo por un tiempo. - hablé con gravedad.

- ¿Puede decirme el motivo, señor? - preguntó intrigado.

- Mi cuñado... ¡Mi tío, perdón! Mi tío está de viaje y me pidió que cuide de su tienda así que estaré algunos días ocupado con eso hasta que logre delegar el trabajo en otra persona y volveré aquí.

- Entendido. Hoy debemos trabajar sobre estos planos.

Desplegó sobre la mesa el gran rollo de planos y supe que nos tomaría bastante tiempo corregir todo eso. Respiré profundo y comenzamos.

- Ya está todo listo - bostecé luego de varias horas de trabajo. Mire el reloj y eran las dos, mi estómago clamaba por comida - Ve a casa, Jacques, espero que aproveches el fin de semana para ir al campo.

- Si mi esposa está de buen humor, saldremos - respondió y nos reímos.

"¡Pobre Jacques! Quisiera verte lejos de París..."

Llegué a casa y comí el almuerzo que ya se había enfriado. Luego subí a mi cuarto y me acosté para dormir una siesta. Necesitaba descansar bien para llevar a cabo mi plan.

Desperté y ya había anochecido. Me vestí rápido y bajé a la cocina. Tomé algunas verduras, pan y carne fresca. Guardé todo en una canastilla y le dije a la doncella que no me esperara a cenar.

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