Capítulo 23: Toulouse

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Dos días después, me encontraba en el vagón del tren, rumbo a Toulouse. Pasé una mano por mi delicado cabello rubio y noté como dos jovencitas cuchicheaban mientras me miraban. Esto me incomodó un poco.

"¡No soy un hombre, niñatas!" les grité con mi mente pero ellas seguían ahí con sus risitas y me vi obligada a leer el diario, usándolo como barrera entre ellas y yo.

Me sentía de mejor ánimo pero esas situaciones no me gustaban, me incomodaban. Claro que yo lucía como un hombre muy apuesto, bueno y simpático...Pero no era eso y me molestaba mucho cuando las mujeres se me quedaban viendo.

Alice se había despedido de mí con mucha pena, temiendo volver a perderme. Tuvimos muchas charlas en esos dos días y siempre lloraba rogando que no la deje. Yo no iba a dejarla, sólo quería despejar mi mente y poder pensar con claridad en Erik.

Creía que no iba a denunciarme porque ahora, con la muerte de Bouquet, yo podría denunciarle a él. Nos traicionariamos mutuamente.

Antoine me prometió que se encargaría de mi estudio y que hablaría con mis empleados. Todo para evitar perder esos trabajos que debíamos entregar.

Y ahí estaba yo, oculta detrás de un diario, viajando a Toulouse para encontrarme con Lucien D'Azur, el hermano menor de Antoine, que ahora era el jefe de la fábrica de pañuelos y corbatas. Era un favor por otro, porque Antoine nunca daba sin quitar, igual que yo.

Llegamos a Toulouse y me quedé en el andén mirando a mi alrededor. De pronto, un hombre parecido a un Príncipe de las tinieblas, comenzó a caminar hacia mí. Llevaba el cabello largo hasta los hombros, de color negro, piel extremadamente blanca y ojos color verde mar. Su musculatura quería reventar esa camisa blanca, impecable, que dejaba ver un pecho dorado y un poco de vello.

- ¿Eres D'Azur? - pregunté ahogando mi expresión de éxtasis al ver a esa belleza viniendo hacia mí.

Pero él me ignoró y pasó por mi lado. Fui girando lentamente para verlo caminar y saber hacia donde se dirigía. Su trasero se veía tan... duro. Y se detuvo junto a esas jovencitas que me habían acosado en el tren, rápidamente noté el parecido entre ellas y él y supuse que eran parientes.

- ¿Monsieur Fontaine? - murmuró una suave voz masculina que me hizo voltearme de un salto.

- ¡Santa Madre! - exclamé mirando a un hombrecito más bajito que yo, algunos años menor, con poco cabello y bastante gordito, cuyos ojos azules me dijeron que era Lucien D'Azur, hermano de Antoine - Me ha dado un susto de muerte, Lucien.

Estreché la mano que me ofrecía y sonreí. Su rostro parecía sincero y bondadoso, muy distinto del de mi cuñado. Por suerte, Lucien era un hombre poco apuesto y no ese guapo pelinegro o me hubiera metido en verdaderos problemas. Sacudí mi cabeza con una sonrisita y él me miró con simpatía. Seguro creyó que estaba viendo a las jovencitas.

- Sígame, un carruaje nos está esperando. ¿Cómo estuvo su viaje, Monsieur?

- Por favor, llámame Marius - protesté riendo.

Comenzamos a charlar y nos hicimos amigos rápidamente.

La fábrica estaba emplazada en los suburbios de la pequeña ciudad. El anterior jefe de la fábrica, el  mayor de los D'Azur, se convirtió en alcalde gracias a la cantidad de trabajo que brindaba con la empresa familiar. Siendo alcalde, todas las medidas que tomaba beneficiaban a la empresa pero el negocio empezó a decaer y Luc me pidió que le ayude a levantar las ventas.

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