Capítulo 29: Erik obsesionado

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- Buen día, señores D'Azur - saludé a mi familia con un exagerada reverencia mientras me sentaba a desayunar.

- Buen día - murmuró Alice con sueño.

- ¡Tío! - gritaron mis niños.

- ¡Sobrino! ¿Qué haces despierto a esta hora? - preguntó Antoine mientras miraba el reloj de pie.

- Tengo mucho trabajo atrasado, mi querido. Alguien prometió que se encargaría pero mis empleados deben extrañarme. - fingí congoja con una mano en mi pecho.

Todos se rieron. Antoine les había dicho a mis ayudantes que sufría de los nervios y, por mis "problemas del corazón", el médico recomendó alejarme un tiempo de la ciudad. Al parecer, todos quedaron preocupados debido al gran cuadro que Antoine les pintó.

Con alegría, sintiéndome dueña de todo, caminé hasta mi estudio cantando una cancioncita. Me hacía mucha ilusión volver al trabajo, hacer eso que Erik me había enseñado.

- ¡Buen día a todos! - exclamé sonriente, entrando a paso lento. Mis ayudantes me miraban como si fuese un fantasma, una mezcla de miedo y sorpresa en sus ojos.

- Bienvenido, señor - saludó discretamente Jacques extendiéndome su mano.

- Quiero un completo informe de cada cosa ocurrida mientras yo no estuve - le pedí mientras estrechaba su mano con una sonrisa.

Me entretuve revisando los planos finalizados y los que estaban en proceso. Hice los números, controlé mis papeles, revisé cada cajón a fin de saber que no faltara nada y, a media mañana, me avisaron de la presencia de un tipo que quería verme urgente.

- Entonces no lo hagamos esperar - sonreí de manera glacial a mi secretario que se apresuró a llamar al odioso visitante, el persa. Ya lo sabía.

- ¡Monsieur Nadir! - exclamé al verle y serví whisky en dos vasos - Puede tomar tranquilo, no está envenenado... Aunque debería porque le advertí que no volviera a acercarse a mí.

De un trago se lo bebió todo y dejó el vasito en mi escritorio haciendo bastante ruido. Su mirada me mandaba al infierno.

- Hace un par de días, antes del baile de máscaras, le vi salir por la puerta de reja.

- ¿Cuál puerta? - le miré sin entender... Aunque sabía muy bien de qué hablaba.

- La calle Scribe, usted sabe. - replicó seco y volvió a servirse en su vaso - ¿Cómo va todo en Toulouse?

Sonriendo con ironía, volvió a beber de un trago. Yo probé un pequeño sorbo del mío, tomando mi tiempo para responderle. Entonces, me senté cómodamente sobre el escritorio.

- Toulouse es una ciudad hermosa y todo va bien por allá... Los negocios de D'Azur, ya sabe usted... Aunque veo que está muy bien informado y creo saber gracias a quién - espeté con enojo pensando en la sirvienta de ojos saltones.

- ¿Qué puedo decir? Soy un hombre joven aún.

Su sarcasmo me hizo reír a carcajadas. Pero él permaneció serio.

- Vamos a lo importante - me pidió metiendo la mano en su bolsillo y sacando algo de él... Creí que sería un revólver pero sólo extrajo su cigarrera - Erik.

- El buen Erik - corregí con altanería. Él asintió.

- El buen Erik, ese que quiere casarse con Christine Daeé.

- ¡Ah! La niña Daeé - volví a sonreír de manera glacial recordando a mi rival - Ya lo sé, él está dispuesto a todo por ella.

- Sí - avanzó y se colocó junto a la ventana, fumando - Eso es lo que me preocupa porque ella ama a otro hombre.

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