Capítulo 38: Tú serás la mujer

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- ¿Cuándo piensas proponerle casamiento a Christine? - pregunté cambiando el tema.

- Cuando sea el momento, ella me tiene horror. Quizá lo haga cuando el vizconde deje París porque, bueno, ella estará muy sola y triste, ¡imagínate perder a tu gran amor! - respondió con amargura sirviéndose otra copa de vino.

- Creo que has tomado mucho - observé.

El vendedor me había dicho tres copas de vino y veinte gotas y Erik ya llevaba alrededor de seis copas y veinte gotas. ¿Lo mataría?

- Puede ser... - se masajeó sus sienes y se rió con una carcajada - Me siento un poco mareado y alegre, ¡quiero bailar!

Comencé a reírme con nerviosismo de su ocurrencia. ¿Y si las gotas lo mataban?

- ¿Sabes? Yo jamás bailé con nadie, pero sé como se hace.

Se levantó de su silla, la empujó a un costado y dio unos pasos de baile mientras tarareaba una melodía. No era malo pero era muy gracioso verle así, por eso estallé en risas. Erik volteó a verme con algo de enojo.

- No te burles de mí.

- ¡No me burlo!

- Entonces ven aquí - me ordenó mientras me tendía su mano.

- ¿Por qué lo haría? - pregunté desafiante, levantando una ceja.

- Porque... - se quedó unos minutos pensativo.

Me levanté y tomé su mano mientras ponía mi brazo en su cintura. Me miró confundido y retrocedió un paso. Yo volví a acercarle con mi brazo.

- Yo seré el hombre y tú la mujer, ¿entiendes?

- Lo que digas, Marius - contestó con una risa, imitando mi voz femenina.

- No hay música, tendrás que cantar.

Comenzó a entonar una cancioncita muy antigua y bonita mientras giraba en mis brazos. Hasta que se detuvo y se apoyó en una silla mientras se agarraba la frente con gesto de dolor.

- Estoy muy mareado y creo que...

- Ven, hay que acostarte - le dije tomando su brazo y tratando de llevarlo a la habitación.

- No, a esa no - se negó cerrando los ojos - Esa es la habitación de Christine cuando viene a quedarse.

Me quedé viéndole y recordé que él dormía dentro de un ataúd en la otra habitación. ¿Podría dejarle dormir en un ataúd después de haberle dado esas gotas? No, sería muy...

- Estás loco si crees que voy a meterte en esa maldita caja - respondí tirando de su brazo con fuerza.

- Pero no puedo dormir en su cama porque...

- Erik cállate, además estás hablando de la cama que yo usaba y es la misma que tu madre usó antes que yo.

Resignado, le hice entrar en la habitación y lo empujé, haciéndole caer de espaldas en la cama. Comenzó a reírse y cerró los ojos.

- Voy a quitarte los zapatos - anuncié mientras él seguía riendo.

"Ya deberías estar dormido..."

- Acuéstate conmigo esta noche - me pidió alegre.

- ¡Estás borracho!

- Sólo será para dormir, como la otra noche en el río - susurró con una sonrisa.

- No, Erik, olvídate de eso. Ambos sabemos que es mala idea - murmuré con sequedad.

- Necesito tu calor... - gimió Erik respirando agitado, jadeando, y me tomó de la mano con fuerza - Ven conmigo, por favor, duerme conmigo. No quiero estar solo esta noche.

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