Capítulo 40: ¿Cuál es el plan?

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Erik seguía ahí junto al lago, sin decir nada. Cuando hice el ademán de irme, me tomó de la muñeca.

- Te acompañaré a tu casa - murmuró.

En silencio, caminamos hasta llegar.

- Es aquí - susurré mirándole. Él miraba las casas de alrededor.

- Es una casa bonita.

- Lo sé, yo la diseñé - murmuré buscando mis llaves.

- El barrio es muy bonito también, luce tranquilo y de alto nivel.

- Pues sí, aquí vive gente de dinero. Estas casas fueron echas por familias de bien.

- ¿No vive por aquí Philippe de Chagny?

- Vive a cinco calles, en una mansión de tejas azules. Es un sueño esa casa - expliqué sin darme cuenta de lo que decía.

Al fin encontré la llave y abrí la puerta.

- ¿Quieres pasar? - pregunté por amabilidad.

- No, gracias, debo hacer algunas cosas - respondió con una sonrisa. Entonces abrí los ojos y comprendí.

- ¿Por qué me preguntaste de los Chagny? ¿Acaso piensas...? Christine no te lo perdonará jamás, vas a cometer un gran error.

- No sé de qué hablas - se encogió de hombros - Te espero mañana en casa.

Me sonrió y se volvió sobre sus pasos con rapidez. Yo suspiré y entré. Sólo esperaba que no le hiciera daño al chico. Me acosté y me dormí rápidamente.

Desperté, bajé a la cocina y la doncella me entregó la respuesta de Alice. Las cosas no iban muy bien para los D'Azur ya que Maurice estaba enfermo, muy débil. En casa creían que moriría y todos estaban demasiado tristes. Claire y Frank retrasaron su casamiento. Los D'Azur amaban a su padre y le veían como si fuese un santo, una especie de Dios. La noticia del embarazo de Alice había levantado débilmente los ánimos.

Los mellizos se llevaban muy bien con sus primos mayores y con Rosie. Jugaban todos juntos y volvían loca a la institutriz con sus preguntas y sus juegos.

También me decía que enviara a la doncella lo antes posible ya que, al haber más gente en la casa, no se daban abasto con las tareas y ella solía hacerlas porque Claire no era capaz de mover un dedo y lo único que sabía hacer era quejarse, cantar como gallina, martirizar el piano y poner paños fríos en la frente de Maurice D'Azur, su padre.

Finalmente, me decía que me extrañaba y que quería volver lo antes posible a París pero que descartó esa idea cuando Lucien le explicó que conocía la historia de una joven mujer que había perdido un bebé debido al estar viajando constantemente en tren a Burdos para visitar a su familia. Según el médico, el traqueteo constante del tren había desprendido al pequeño del vientre de su madre o algo así. A Alice le resultaba extraño pero había decidido no tentar la suerte y aguardar al nacimiento de su hijo para retornar a París.

Me había escrito alrededor de cinco hojas con su letra poco legible y sus divagaciones sobre lo mal que le caía Claire, lo bonita que se veía Rosie y lo mucho que deseaba tener una niña para llamarla Madeleine y enseñarle todas las cosas que hacían las niñas, todas las cosas que mamá le había enseñado a ella como bordar, tejer, coser, etc.

Me costó en algunas partes comprender su letra y la leí unas dos veces. Luego me fijé la hora y noté que habían pasado cinco minutos de las diez. Llegaría tarde a mi cita con Erik pero la verdad es que no tenía ganas de ir con él.

Llamé a la doncella y le dije que hiciera su bolso rápido mientras yo iba a comprarle su pasaje a la estación.

Volví y le di su boleto mientras le hacía un pequeño mapa para indicarle dónde quedaba la casa de los D'Azur. Le expliqué algunas cosas sobre la familia y me despedí de ella. Su tren salía a primeras horas de la tarde pero yo no podía demorar más mi visita a Erik.

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