PersonajesxMale!Reader (Yaoi) [Volumen I]

Final Fantasy XV: Gladiolus Amicitia | Intranquilidad de los recuerdos

Canción-OST: "Y La Esperanza" de Enjambre.

Tiempo estándar de lectura: 00:16:12

Palabras: 3403.

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Los recuerdos inundan tu mente de la manera más fuerte posible. Tu mente comienza a desvariar con todos ellos, haciéndote perder la noción del tiempo de la manera más extraña posible.

Estás recostado en una cama, en una casa que no has visitado durante mucho tiempo. Te levantas y comienzas a andar en aquella habitación, te acercas hacia una ventana y la abres. Dejas que el viento entre y comience a mover las cortinas.

Cerca de la ventana hay un pequeño respaldo donde has guardado tus cosas, en este viaje temporal. Lo primero que notas es una foto de tus muchachos. En un marco de color plata, hay una foto donde aparecen ellos. Noctis, Prompto, Ignis y Gladiolus. Te habías unido a su orden en la defensa de Lucis, puesto que tus habilidades con los hechizos eran imprescindibles para las batallas.

Observas detalladamente la foto. Notas que esta fue tomada en un momento preciso y revelador. Estás cerca de Gladio, como suelen llamarlo todos, y notas que su mano está encima de tu hombro. Ves su intenso cabello negro, la forma de su cuerpo y esa ropa que lo hace lucir tan vigoroso. También notas que eres más pequeño que él y más enclenque.

El solo pensarlo te hace estremecer y hace sentir más pequeño.

Unos pasos se oyen del otro lado de la puerta de la habitación para proseguir con unos pequeños golpes en la puerta.

—¿(t/n)? ¿Estás despierto?

—Sí —contestaste sin dejar de mirar la fotografía.

—¿Puedo pasar?

—Adelante.

Una mujer abre la puerta. Es casi de tu misma altura y algo robusta, es blanca y tiene el cabello negro y largo, casi queriéndole llegar hacia el final de su espalda. Viste un vestido leve de color azul marino con rayitas blancas. A pesar de que son tan distintos, ella es una hermana para ti.

—¿Qué haces?

—(n/a), nada. Solo... Pienso en cosas.

Suspiras y regresas la foto al respaldo.

—¿Piensas todavía en tus muchachos?

—Sí. No sé cómo se la estén pasando sin mí. Tengo miedo de que les pueda ocurrir algo.

—Yo estoy segura de que todo saldrá bien. Y vendrán por ti en cualquier momento. ¿No lo crees?

—Espero.

Pasas tu mano sobre tu pecho, intentando apaciguar la laguna mental que comenzaba a formarse con las ideas extrañas de la partida.

—¿Cómo te sientes? —Ella vuelve a preguntar.

—Ya mejor. Me siento menos cansado y las heridas me han dejado de doler.

—Me alegro de oír eso. Ven, vamos a desayunar.

—Hermana...

—Dime, (t/n).

—¿A qué crees que Gladio se haya referido al decirme que "No quería que fuera porque tenía miedo de que me pasara algo"?

Ella no supo que responder, pero también habías omitido una frase muy importante de aquella extraña revelación.

[...]