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Entramos y te invité a acomodarte en el sofá mientras que yo preparaba unos "spaghetti alla carbonara", mi especialidad

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Entramos y te invité a acomodarte en el sofá mientras que yo preparaba unos "spaghetti alla carbonara", mi especialidad.
Mi abuela era italiana y de ella heredé esta pasión por la cocina y me enseñó varias recetas de su País.

"Querida señorita, la cena está servida, especialmente para usted."-con una mano indiqué la mesa y luego arqueé la espalda haciendo una reverencia delate de ti.

Reíste abiertamente.

Me detuve a mirarte por unos segundos y a deleitar mis oídos con ese bonito sonido provocado por tu risa contagiosa.

No pude ver mis ojos, pero seguro estaban brillando.

"Sabes, estaría dispuesto a hacer el payaso cada vez que nos vemos, con tal de verte reír así. Estás aún más hermosa cuando lo haces."-te dije mientras nos sentamos.

Sonrojaste y alejaste tu mirada, empezando a comer.

Aún no había logrado descifrarte por completo.
No entendía si esto de ponerte roja cada vez que yo te decía algo bonito era por timidez o por no haber recibido antes ningún tipo de halago.

Pero hoy lo sé: yo fui el primero en hacerte halagos.
De echo, fui el primero en muchas cosas.

"Mmh, delicioso. Te quedó muy rico, te felicito."

Esta vez a sonrojar fui yo.

"Me alegro que te gustó. Puedes venir cuando quieras a visitarme en mi casa, así te cocinaré más platos para que escojas tu favorito."

"No es mala idea, lo voy a pensar."

A la radio empezó una canción de Pablo Alborán y levanté un poco el volumen.

"¿Me concede usted este baile, querida princesa?"- dije tomando tu mano y depositando en ella un pequeño beso.

Otra vez reíste.

"De veras que sí eres un payaso. Soy todo menos que una princesa y además no sé bailar."

"Tienes razón, no eres una princesa: eres una reina. Ven. No te preocupes, yo te enseño. Sólo déjate llevar."

Me acerqué a ti tomándote por tu delgada cintura y empezamos un baile lento, soave.

Jamás antes tuve tus ojos tan cerca.
¿Será que existe algo más hermoso que ellos en este mundo?
No, claro que no.

Te sentí temblar levemente entre mis brazos.
Nuestras respiraciones se volvieron agitadas.
Acaricié delicadamente tu mejillas, cerraste tus ojos sin dejar de sonreír mientras los míos se concentraron en tus labios róseos.

Los besé.
Los atrapé entre los míos por la primera vez.
Y fue una sensación única.

Respondiste a mi beso y nuestras bocas encajaron perfectamente, como dos piezas del mismo puzzle.

"Te amo."-susurré en tu oído.

Sin decirte adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora