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"¿No entiendes que no quiero perder la oportunidad de ser feliz contigo?"

"Lo seremos, Saúl. Ya verás."

Me cuesta mucho recordar esta frase que te dije en aquel día y tu respuesta.

Me duele.
De echo, toda tú, siempre me doliste.

Altagracia,
nosotros nos amamos en medio de lo imposible.

Sin embargo, lograron separarnos.

No pude quedarme quieto así que esperé algunos minutos después de que te fuiste, me subí a mi coche y partí para tu casa.

Tenía miedo por ti, por nosotros.

¿Tu deseo de cumplir nuestros sueños juntos era tan fuerte como el mío?

Comprendo que a este punto de nuestra historia, las preguntas son inútiles.
Sobrevivo con tu fantasma, y él no me trae respuestas.

Llegué en el portón de esa odiosa casa.
Con el miedo escondido en mis entrañas, me hice paso para entrar.
No me estaba esperando una escena agradable.

¿Por qué no me hiciste caso Altagracia?
¿Por qué no te quedaste?

Tú eras mi mundo, y te derrumbaste.

Estabas en el piso, llorando.
Ese cerdo te golpeó sin piedad.

Tenías razón: nos había
descubierto.

Te asombraste cuando me viste.
Sara corrió a refugiarse entre mis brazos; sollozaba y tenía miedo.
Yo también lo tenía.

Con una mano hiciste fuerza en el piso para levantarte y con la otra protegías tu estómago.
Pude leerte el dolor y la desesperación en los ojos.
Esos ojos verdes que tan temprano, se apagaron.

"¡Eres un maldito imbécil! Esa no es manera de tratar a una mujer, ¡idiota!"-grité lleno di furia e impotencia.

Mi puño no tardó en levantarse y partirle la cara a ese desgraciado.

"Así que tú eres el famoso amante de esta zorra."-me desafió.

"Soy el hombre que la ama y que desea hacerla feliz. Si le vuelves a poner un dedo encima, te juro que te mato."

De inmediato sacó una pistola, apuntándome.
La cargó.
Él estaba decidido a ponerle fin a mi vida.

"¡Nooo!"-te oí gritar.

Forcejaste con él, tratando de quitarle el arma.

Sonó un disparo.

Me flaquearon los pies, me faltó aire, el corazón se me paró en el pecho.

¿Por qué lo hiciste Altagracia?
¿Por qué te metiste?
Con gusto hubiera dado mi vida por ti.

No sé que fue lo que ví por último: la mirada aterrorizada de tu hija, la cara asombrada de Mauro, tus ojos verdes llenos de pánico o el gran charco de sangre que se había formado en el piso...

Solamente sé que en ese momento, el mundo se me cayó encima.

Sin decirte adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora