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Así siguieron los días: de nuevo con tu ausencia, las llamadas cortadas, mis dudas incesantes.

Habíamos hecho el amor.
¿Tan insignificante fue eso para ti?
Porque esto es lo que me hizo entender tu comportamiento.
¿Cómo podíamos seguir así, con tu faltas, tus misterios, mis preguntas sin respuesta?

-Te amo, nunca lo olvides- esas últimas palabras tuyas me animaron en los días sin ti, dándome un poco de esperanza.

El viernes, era casi ya una semana de cuando no te veía.

Estaba yo en el coche, regresando del trabajo.

Allí estabas.
En una calle poco transitada, cerca de un auto lujoso negro, charlando con unos hombres.
Creo que eran tres.

¿Les estabas coqueteando?
Eso me pareció.

Subiste en el lugar del pasajero mientras que uno de esos hombres, tu chofer supuse, arrancó.

No pude evitarlo, te seguí.

Llegaron a un lugar que no parecía una casa sino un palacio.
¿Allí vivías?

Ese tipo no bajó, lo hiciste solamente tú.

En la puerta de ingreso había un hombre, mucho mayor que tú, esperándote.

Te tocó.
Apoyó una mano en tu cuello.
Te besó en esos labios que creí me pertenecieran sólo a mí.

En ese momento quise no estar allí, no ver esa disgustosa escena.

¿Quién eras realmente Altagracia? ¿De verdad merecía que me engañaras así?
No lo creo.

Estaba furioso, le hubiera partido la cara a ese desgraciado.
Sin embargo no lo hice.

Arranqué el carro y manejé a gran velocidad, sin rumbo fijo.

Sin decirte adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora