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Te pusiste roja y sonreíste tímidamente, mirándome de reloj.

¿Tan extraño era para ti que alguien te amara de verdad?

"Eres un tontito."-dijiste luego, tocando mi nariz.

"Soy sincero. ¿Y tú, qué quieres?"

"¿Yo? No sé...todo lo que dijiste es demasiado perfecto, me dejaste sin palabras. Yo quiero lo mismo."

"Igual, agrega tu lista de deseos a la mía, para que sea aún más perfecta."

Te acomodaste sobre mis piernas y besaste mis labios, dejándome el incomparable sabor de los tuyos.

"No soy tan buena como tú, sin embargo intentaré."-tomaste aire.
"Quiero dormir contigo, en el sentido más inocente. Darte siempre un beso de buenas noches, apagar la luz y acostarme a tu lado. Quiero mirarte a medida que te quedas dormido, discutir porque tienes la mala costumbre de quitarme la cobija para verme desnuda y luego hacer las paces de la manera más bonita. Quiero siempre tenerte cerca, oírte respirar el mismo aire que yo. Sentir tus brazos 'de panda' alrededor de mi cintura y sentirme segura y protegida allí. Quiero que yo sea lo último que ves en la noche y lo primero en la mañana. Empezar y terminar cada día diciéndote lo mucho que te amo. Aunque al final, quiero solamente una cosa: te quiero a ti."

Sonreíste aliviada por haber concluido lo que tenías que decirme y con una cara de tramposa, porque sabías que en la última frase me habías copiado.

"¡Te amo vida mía!"-te dije besando tu mejilla.

Ese día, al igual que ahora, me pregunté como es posible no amarte si a mí siempre se me hizo tan fácil.

Después de abrir nuestras almas el uno frente a la otra, hicimos el amor como sólo nosotros dos sabíamos hacer.

Fue magico.

Al igual que siempre, quedaste rendida sobre mi pecho y entraste en un sueño profundo del cual no te quise despertar.

Sin embargo, una pesadilla lo hizo: te despertó.

Te paraste de golpe, asustada y con lágrimas en esos bonitos ojos verde-grises.

Sin decirte adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora