12

249 48 6
                                        


"Ya está lista la lasagna?"

"Falta un poquito. Amor, si sigues comiendo así cada vez que vienes a mi casa te vas a poner gordita."

"¿Qué? ¿Cómo te atreves a llamarme gorda? Si yo me veo espectacular, tengo un físico envidiable."-levantaste tu ceja mientras yo reía divertido.

"Hasta gorda te verías espectacular porque eres la mujer más hermosa de este mundo y lo mejor de todo es que eres mía."

"¡Eres un tontito! Estoy enojada. Tendrás que hacerte perdonar Aguirre."

"Estoy rendido a tus pies. Dime qué quieres que haga y lo hago."

"Necesito que me des muchos besitos."-tú voz de niña me provocó mucha ternura.

Me dispuse a besar todo tu rostro y esos suaves labios tuyos que cada vez que los probaba tenían un sabor diferente, único.

Aunque, no te lo niego, hubiera deseado besar cada centímetro de tu piel.

Lo admito amor: quería besarte hasta las heridas.
Poder cicatrizarlas para que poco a poco sanaran completamente.

Porque, aunque todavía no me habías hablado de lo que te estaba pasando, yo sabía que tenías muchas heridas escondidas.
Las veía en tus ojos.
Y no solamente.
También por tu cara, tu cuello, tus brazos...
Los dos sabemos que esa primera vez que te encontré marcas no fue la última.
Había veces en las que llegabas a mi casa rota, hecha pedazos tanto por afuera como por dentro.

Yo no entendía, me sentía impotente ante tu silencio.
Deseaba con todas mis fuerzas poder sanarte por completo.

Que estúpido fui al pensar que lo lograría.

Tú...no tenías remedio.
O será que yo no encontré el correcto.

"Altagracia..."-te dije interrumpiendo el beso.

"¿Pasa algo?"

"Te amo mi princesa bonita. Pero tienes que saber que yo no hago tratos a media. Te quiero completa y te juro que llegará el día en el que voy a saberlo absolutamente todo sobre ti."

Sin decirte adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora