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Sabía que solamente yo tenía el poder de cicatrizar tus heridas.
Estaba consciente de que tu sanación se encontraba entre mis abrazos de panda, así como amabas llamarlos.
Comprendía que nuestra felicidad completa hubiese llegado lejos de allí; tal vez a un océano de distancia de todos los peligros, de los malos recuerdos y de tus tormentos.

Por eso insistía tanto en escaparnos juntos.

Yo estaba satisfecho con mi vida en México, con mi trabajo de periodista, mis amistades...pero no me importaba renunciar a todo por ti, amor.

"¿Entonces? No me diste una respuesta clara."

"Es muy arriesgado...no sé."

"Y que te quedes aquí a su lado, aguantando su violencia, recibiendo sus palizas y con el temor de que nos descubran y nos vayan a matar ¿no es arriesgado? ¡Despierta Altagracia!"

Callaste por un minuto que me pareció eterno.

"¿Como voy a escapar con maletas y todo lo necesario sin que me descubran? ¿Cómo podré sacar a mi hija del País, sin tener por escrito la autorización de su padre? Aún es menor de edad..."

"Tengo un amigo que nos podría ayudar. Es de toda mi confianza."

"¿En qué estás pensando? ¿Documentos falsos?"

Asentí.

"Para los tres. Sería más seguro así. No me importa que sea algo ilegal, es la mejor solución que tenemos. Una vez llegados al extranjero nadie nos va a conocer, ni a fastidiar. Ya no estaremos en peligro. Por fin lograremos vivir nuestra historia de amor en libertad y en completa paz."-te expliqué.

Te levantaste de la cama caminando agitada por la habitación, pasando la mano por tu cuello y reflexionando durante un buen rato.
Mi cabeza estaba dando vueltas tratando de seguir tus movimientos.

De un momento a otro paraste, mirándome fijamente a los ojos.

Te acercaste a mí para depositar un beso en mis labios.
Esos labios que tanta necesitad tenían de sentir el dulce sabor de los tuyos.

"Está bien: acepto. Saltémonos el abismo. Pero con la sola condición de que nunca sueltes mi mano."

En mi cara se dibujó una sonrisa que gritaba victoria.

"Jamás sería capaz de soltarte, amor."

Sin decirte adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora