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Te ví el día siguiente desde la ventana de mi departamento, ingresando en el edificio donde yo vivía.
Me pregunté con que nueva mentira llegarás esta vez.

No tenía la fuerza necesaria para enfrentarte.
Estaba enojado y cansado.
Me había pasado la noche tomando, tratando de ahogar en el alcohol toda mi decepción, y la resaca me provocó unos terribles dolores de cabeza.

Tocaste la puerta y te abrí.

"Amor, hola."-dijiste, acercándote a mí y queriendo saludarme con un beso pero yo me alejé.
"¿Qué te pasa? ¿Estás tomado? Hueles a alcohol."-levantaste tu ceja, acción que me hizo enfurecer.

"¿Y eso qué? Es tu culpa. Me has estado engañando todo este tiempo."

"No entiendo de que hablas. Amor..."

"Amor...¡Uno de los muchos querrás decir! Me viste la cara de imbécil Altagracia. Te ví con unos hombres, te ví besar a aquel tipo y no intentes negármelo. Creí que lo nuestro era importante, creí que me amabas tanto como yo a ti. Dime qué soy para ti ¿tu juguete, tu amante de turno? Eres una..."-me detuve. No quería decir cosas de las cuales tal vez arrepentirme después.

Tu cachetada no tardó en llegar.
La fuerza con la que me la pegaste, más que lastimarme la mejilla, me lastimó aún más el corazón.

"Una cualquiera, una zorra...¿Eso ibas a decir? Pues sí, soy esto y todo lo que se me da la gana. No tienes el derecho de juzgarme y de hablarme así. Tú no sabes nada."

"¿Qué es lo que no sé? Explícame entonces, haz que te entienda. Estoy arto de tus misterios y de tus verdades a media. Sé sincera por lo menos una vez en tu vida. Esta es la última oportunidad que te doy para hablar. Si no lo haces, esto termina aquí. Te puedes marchar y no quiero que regreses jamás."-mi voz estaba alta, me había alterado mucho.

En finalizar mi frase, te dejaste caer sobre un mueble tomando tu cabeza entre tus manos y empezando a sollozar desconsoladamente.

Jamás te había visto tan derrumbada, tan frágil.
Me provocabas tristeza y ternura a la vez.
Aumentó en mí la necesidad de protegerte.
No supe como reaccionar, así que me limité a dejar a un lado mi orgullo, nuevamente, y a envolverte en unos de esos fuertes abrazos que tanto te gustaban.

Sin decirte adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora