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Regresaste un sábado por la tarde, después de doce días de ausencia

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Regresaste un sábado por la tarde, después de doce días de ausencia.

Te abrí la puerta enojado, esperando respuestas.
Entraste con la mirada fija en el suelo, sin el valor de mirarme a los ojos.

"¿Entonces? ¿No piensas decir nada? Te llamé. Te busqué en esa cafetería, en los parques, en la calle, en hospitales...No te imaginas mi angustia. Pensé que tal vez te había pasado algo grave."-levanté mucho la voz.

"No debí venir. Ni siquiera sé que estoy haciendo aquí. Mejor me voy."

Parpadeaste para alejar unas lágrimas que amenazaban con salir y diste la vuelta para irte.

Te aferré del brazo impidiendo que lo hicieras y en esto, pegaste un grito de dolor.
Me asusté, no te había tomado tan fuerte como para hacerte daño.

Traías puesta una blusa blanca a mangas largas y, aunque tú te oponías, las levanté: tenías moretones en ambos los brazos.
Me asombré.
Tú no te movías, ni mencionabas palabra.
Te quité el pañuelo que traías en el cuello y allí también encontré marcas.

"¿Qué es esto? ¿Quién te lo hizo? ¿Por esto desapareciste por tantos días?"

Mis ojos me quemaban por las lágrimas acumuladas en ellos y por la furia contenida en mis adentros.
Finalmente, una lágrima deslizó por tu mejilla y me apresuré a secarla.

"Hoy no...no quiero dar explicaciones, ni rendirle cuenta a nadie. Mejor abrázame. Por favor..."-tu voz estaba quebrada.

Sin pensarlo ni un segundo te tomé por los hombros apretándote fuerte a mí y empezando a acariciar tu cabello.
Fue unos de esos abrazos fuertes, que te derrumban por afuera y te construyen por dentro.

Por la primera vez te ví como una niña chiquita buscando protección entre mis brazos.
Yo estaba dispuesto a protegerte de todo y de todos, amor.

Nos separamos de ese anhelado abrazo y unimos nuestras frentes, mientras mis manos sostenían delicadamente tus mejillas.

"Ya Alta, todo estará bien. No temas, mientras estés conmigo nada malo te va a pasar."

"Te amo."-dijiste casi en un susurro.

Sentí mi corazón salirse del pecho.

Sin decirte adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora