26

252 44 19
                                    


Siempre hablo de ti como si hubieras sido lo mejor que existe,
porque en verdad lo fuiste; por lo menos por mí.
Y lo sigues siendo.

Los cinco días que siguieron sin tener ninguna noticia tuya, fueron un tormento para mi.

Hasta que por fin recibí un mensaje tuyo diciéndome que estabas internada en el hospital porque a tu marido se la pasó la mano, pero que no me preocupara porque ya estabas bien.

¿Como podía no preocuparme si él te hacía tanto daño, una y otra vez?

Me dijiste que no fuera a buscarte para no desatar sospechas; podría ser muy peligroso que alguien me encuentre allí contigo.

Pero no pude quedarme quieto.
Me volví loco al pensar que estabas sola, golpeada, dañada por dentro y por afuera en una fría cama de hospital.
No me resistí y fui a verte.

Me introduje de noche en tu habitación, poniendo atención a quedar inadvertido.
Nadie estaba allí por ti.
Yo siempre estuve, amor.
Y no me arrepiento.
Cuando uno quiere a alguien es un placer dedicarle tiempo.

Te observé en silencio por unos minutos acariciando delicadamente tu rostro y tu cabello.

¿Por qué seguían pasándote cosas feas a ti, que ya sufriste tanto?

Besé tu frente.
Despertaste y, no sé de donde, encontraste la fuerza necesaria para sonreírme.
Te veías muy hermosa cada vez que lo hacías.

"¿Que haces aquí?"-preguntaste, algo preocupada.

"Tenía que venir a verte. Me dan unas ganas inmensas de matar a ese infeliz."-dije lleno de rabia.

"Tranquilízate. No se te ocurra hacer nada, no quiero que te pase algo por su culpa. No vale la pena. Te agradezco por venir a verme, te extrañé. Pero ya vete, vendré a buscarte yo cuando salga de aquí."

"Escápate conmigo Alta. Ahora mismo. Salimos a escondidas de aquí y nos vamos lejos. Anda, di que sí."-te supliqué.

Reíste levemente.
"Estás loquito. No puedo. Ya te dije que me esperes, necesito tiempo."

"¿Tiempo para qué Altagracia, para que ese imbécil termine matándote?"
Estaba alterado.
Tal vez no tenía que decirte esto.
Callaste y una lágrima se deslizó por tu mejilla.

"Te amo."-te dije con convicción.

No me miraste.

"Vete Saúl, no compliques más las cosas."

"Yo sé que tú me amas igual. Abandona tu miedo Altagracia, no dejes que nos separe. No tienes nada que perder, nada que extrañar aquí. No comprendo porque te niegas a irte conmigo."

"Tú no entiendes Saúl."

"¿Entender qué?"

"No se trata solamente de mí y de mis miedos. Esto es mucho más complicado."

"¿Por qué lo dices?"

Resoplaste.
"Soy madre, Saúl. Tengo una hija."

Sin decirte adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora