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Me quedé callado no sabiendo que decir o como reaccionar.
Esa sí fue una gran sorpresa para mí, algo que me tomó desprevenido.

Era algo que nunca imaginé.
Una hija tuya...
¿Por qué habías esperado tanto tiempo para hablarme de ella?

"¿Es tuya con ese hombre?"-pregunté con dolor en la voz.

"Sí."- me contestaste.

Te miré en silencio, queriendo saber más.
Necesitaba que me contaras, quería detalles.
Y me diste algunos.

"Si no fuese por ella, me encantaría escaparme contigo y con nadie más."-hiciste una breve pausa.
"Se llama Sara y tiene 9 años."
Sonreíste, aún débil y pálida, con marcas por todo tu cuerpo.

"¿La amas?"

En ese momento me sentí un completo idiota por preguntarte esto, como no la ibas a amar si salió de ti. Pero también era algo de él. La hija del hombre que se encargó durante años de hacerte la vida un infierno.

"Sí, claro. Tal vez no como una madre normal debería de amar a su hija, pero a mí manera lo hago. No te niego que al principio la rechacé, no soportaba alimentarla, cuidarla, tenerla cerca. Todo por culpa de ese hombre. Además estaba muy joven cuando me quedé embarazada, apenas tenía 18 años y no estaba lista para todo eso. Pero luego entendí que ella es una criatura inocente, es un pequeño pedacito de mí y tengo que protegerla y ofrecerle todo el afecto y cariño que ella necesita, apoyarla como mis padres nunca lo hicieron conmigo."-me explicaste.

Te besé con pasión.
No pude resistirme.
Te admiraba mucho Altagracia.
Tu inteligencia, tu bondad, tu fuerza, tu gran corazón...La única mujer que hubiera escogido para ser la mamá de mis hijos.

"Estoy seguro que ella te adora y es orgullosa de la madre que le tocó."

"Ella...No lo sé. Últimamente estamos mucho más cercanas de lo habitual pero ella ama demasiado a su padre. Mauro la consiente mucho; no dudo que la quiere pero jamás llegará a quererla tanto como yo. Pero es una niña y él la tiene comprada con regalos, vacaciones y exageradas muestras de afecto. Ella siempre me reprocha por no ser como él."-bajaste la mirada pero en tú tono de voz no había rastro de tristeza, ni de nada.

Yo aún estaba muy desconcertado con todo esto. No hacía más que acariciarte las mejillas y jugar con tu cabello mientras te escuchaba hablar.

"Lo bueno es que no tomó absolutamente nada de él. La miro y no me duele porque es igualita a mí. Sobretodo físicamente."-proseguiste.

Tus ojos se iluminaron.

En ese momento me di cuenta que por tu hija lograste seguir adelante durante tantos años, por ella no arriesgaste tu vida tratando de escapar de las manos de ese animal poco hombre, por ella valieron la pena tantos golpes, humillaciones, llantos.
Por ella te mantenías de pie, por ella vivías.
Todo por ella Altagracia, como una verdadera madre guerrera que eras.
Y, desde que me conociste, vivías también para mí.
Nunca lo dudes amor, yo también vivía enteramente para ti y lo sigo haciendo.

"Me gustaría conocerla."

"¿En serio?"

"Por supuesto."

"¡Gracias!"

No entendí a que se debía ese agradecimiento. Era yo el que tenía que darte las gracias por existir y por haber llegado a mí vida.
Aún con tantos problemas, miedos, inseguridades...llegaste de repente y te acepté completa porque el amor no conoce límites ni barreras y el que yo te tenía y te sigo teniendo, es infinito.

Sin decirte adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora