Sin decirte adiós

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Te miré fijamente a los ojos.
Mostraban alegría pero a la vez un poco de preocupación.

"Gracias por traerla y presentármela pero no te entiendo. Dijiste que esto nunca iba a pasar, que era peligroso. ¿Por qué decidiste hacerlo?"- te pregunté poniendo cuidado a que Sara no escuchara.

"El otro día yo y Mauro discutimos fuertemente. Le grité muchas verdades en la cara y él me tiró al piso con una bofetada. Mi hija estaba en la puerta, oyó y vió todo. Se interpuso, me defendió. ¡Por la primera vez me defendió, Saúl!"-tus ojos estaban húmedos.
Acaricié tu rostro.
Proseguiste.
"Jamás antes me había sentido tan orgullosa de ella. Pero aún es pequeña y todo esto la afecta mucho. Lloró y tuve que consolarla. Pasamos el día juntas encerradas en mi cuarto, ya que su padre la castigó, y tuvimos un verdadero momento de madre-hija. No me sentí nada incómoda con ella. Nos acercamos mucho ese día, platicamos, nos confesamos la una a la otra. Le hablé un poco de ti y reaccionó bastante bien. Me prometió que desde ahora en adelante jamás va a dudar de mí, jamás dejará que su padre me pegue otra vez. ¡Es mi hija! Hoy más que nunca siento que es mía, que la amo..."-concluiste.

Soltaste algunas lágrimas y mis ojos también se empaparon.
Besé tu frente y te envolví en un tierno abrazo pero me separé al ver que la niña había entrado a la habitación.

Sara al principio mostró desconfianza hacia mí pero luego, cuando descubrió que yo era periodista reveló un cierto interés y empezó a hacer muchas preguntas. Yo le conté varias anécdotas de mi trabajo y le enseñé unos premios, poco significativos, que recibí durante mi carrera; poco a poco se fue rompiendo el hielo.

Creo que ya a partir de ese día nos hicimos amigos.

Almorzamos juntos los tres y en la tarde vimos la película "Frozen", comiendo palomitas.
Nunca antes había visto una película para niñas, ni me imaginé que un día llegaría a hacerlo.
Pero con ustedes dos a mí lado fue muy agradable.

Todo a tu lado me resultaba agradable, Altagracia.