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Sollozabas sobre mi hombro, cansada de tener que lidiar con una vida que no escogiste y que solamente te causaba dolor y repulsión.

Yo, aún enojado y confundido, me dedicaba a acariciar tu hermoso cabello, perdiéndome en tu olor.

Estaba muy dolido.
Tú, me dolías.

"Por favor dime que te pasa. No puedo ayudarte si no me cuentas."

"No me presiones por favor. No puedo, no estoy lista aún."

"¿Y cuándo lo estarás, cuánto tiempo más tiene que pasar?"

Intentaste secar tus húmedas mejillas pero tus lágrimas no paraban de bajar.
Tragaste en seco y tomaste aire tratando de estabilizar tu agitada respiración.

"Saúl...Yo lo último que deseo es hacerte daño. Sé que mereces a alguien mucho mejor que yo, alguien sin tantos problemas. Si quieres terminar conmigo ahora, lo entiendo, tienes todo el derecho. Pero mis sentimientos hacia ti jamás los fingí. Tú eres lo más bonito que me ofreció la vida y el amor que te tengo es mi verdad más grande. Si en serio me amas tanto como dices, no me sueltes por favor. Acéptame así: con mis fallas, mis ausencias, mis errores, mi misterio y con cadauna de mis imperfecciones. Saúl, tal vez mi corazón esté roto, pero el lugar más grande lo tengo reservado espacialmente para ti. Jamás podría ser de alguien más."

Tus palabras no resolvieron mis dudas y mi confusión pero lograron conmoverme.
Sentí sobre mis labios el sabor de agua salada.
Tus lágrimas pronto se mezclaron con las mías.

"Ven acá. No pienso soltarte ni hoy ni nunca."

Besé tu frente y entrelacé mis manos con las tuyas, para luego bajar hacia tu boca.
Tu cuerpo reaccionó de inmediato a mí contacto.
Nos necesitábamos.

Ese día hicimos por segunda vez el amor.

Caíste rendida sobre mi pecho desnudo y el silencio se apoderó de la habitación.

"Estoy casada."-soltaste de golpe.

Sin decirte adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora