Prefacio.

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—Huele a casa —dijo Connor Ramgaze, el único sobreviviente de su raza, los cambiaformas, mientras navegaba en el barco de su fallecido amigo, Ranik Sandwave.

El hermano del último y nuevo encargado del barco, Timoteé, salió de la cabina de mandos y observó el lugar con parsimonia.

Era casi idéntico a Ranik. Más joven, más alargado, pero con esos mismos ojos perspicaces y azules. Incluso se había vuelto más parecido a Ranik desde que se había ido, en parte porque su hermano mayor le había delegado una gran tarea, ser el nuevo heredero de la casa Sandwave.

—Ese islote de allá es conocido para mí —dijo—. Es la isla real de Sonias, la que indica la frontera de la provincia Farmight. 

—El norte nos ha llamado —observó Adaliah con ojos entrecerrados—. Es una fortuna que estemos en casa, tan cerca de nuestra isla. Timoteé, ¿Podrías mandarle un mensaje a Bellina informando nuestra llegada? Tenemos que ponernos al tanto de lo que ha sucedido.

—Sí —respondió el joven, obviamente intimidado. Ranik nunca hubiera dejado que Adaliah le mandara de semejante manera, cosa que le recordó a Connor que no se trataba de él.

Nadie nunca podría remplazarlo.

🌙🌙🌙

Las costas del Reino Luna siempre suelen ser limpias. Llenas de pescadores, de comerciantes, pero organizadas y bastante sencillas, tranquilas.

Debido a la cercanía con las colonias del nuevo continente, la provincia Farmight, la novena entre todas, solía tener puertos muy concurridos.

A Piperina le pareció raro ver que, en cierta forma, el lugar parecía desierto.

—Creí que estar en casa sería más enriquecedor —le dijo a Alannah y Adaliah, ambas a su lado—. Me siento rara. Hay algo raro aquí.

—Claro que lo hay —dijo Adaliah—. Las cosas siempre cambian. En el tiempo en que nos fuimos puede haber bajado mucho el comercio, la pesca, puede que Belina y su provincia estén en una mala situación económica.

—No insinúes ese tipo de cosas —farfulló Alannah por lo bajo—. La novena provincia es rica, grande, y una de las más productivas de nuestro reino. Si llega a decaer, nosotros también.

—¿Y tú que haces aquí? —soltó Adaliah con furia—. Deberías de estar llorando por tú soledad. Primero pierdes a Ranik, el amor de tú vida, y tú otro amor, Skrain, resulta huir porque sabe que fue el que lo hizo. Es bastante macabro.

Alannah no se inmutó ni un poco al oír el comentario de su hermana. En cambio, tomó el velo blanco que llevaba alrededor de la cabeza, y se lo acomodó, como presumiendo su luto, —no tenía ropa blanca de luto por el viaje, pero ese era el símbolo que usaba en su dolor—, y dijo:

—Ranik querría que continuáramos con nuestras vidas. Por ahora —se detuvo, como si el dolor fuera demasiado difícil para asimilar, pero algo que Piperina no pudo tragarse por completo— Mi prioridad será cuidar de Amaris. Ha sufrido demasiado, es la que la está pasando peor.

—Quiero entender que, precisamente por eso, la vigilarás e irás con ella al palacio de Belina cuando lleguen los carruajes —insistió Adaliah, obviamente queriendo quitarse a Alannah de encima—. Piperina, Zedric, y yo iremos a hablar con ella en cuanto Connor y nuestros caballos lleguen.

Dicho esto, Adaliah se marchó. Alannah y Piperina no hablaron para nada, sino que se miraron una sola vez, lo suficiente como para decirse sin palabras que no confiaban la una en la otra, así de fácil.

🌙🌙🌙

—Me alegra mucho que haya aceptado recibirnos —saludó Adaliah a Belina Farmight en el primer momento en que se vieron. Ambas se saludaros de dos besos, formales y de acuerdo al protocolo. 

Lo primero en lo que Piperina pensó es que Belina se veía bellísima. Era muy parecida a su madre, tenía ese mismo porte y elegancia, una inteligencia que no tenía que expresarse con palabras. Una experiencia palpable.

—Es un honor para mí tener a tantos nobles en mí capital —respondió Belina con voz firme, no aguda y fingida como la de la mayoría de los nobles—. A los dos futuros herederos de los reinos Sol y Luna. 

—Yo no soy un heredero —se apresuró a decir Zedric, que parecía un tanto perdido en la conversación, no con la vivacidad o el encanto que lo caracterizaban—. Las elecciones de rey no serán hasta...

—Hasta dentro de dos años y medio, ni más ni menos —completó Belina, que aunque interrumpió al príncipe no se vió arrogante en absoluto—. El consejo ha acortado el tiempo de gobierno por rey a veinticinco años. Pronto se elegirá a un nuevo rey y, después de la gran hazaña que has logrado, o eres tú o es uno de tus dos amigos los que tendrán el trono.

Zedric tragó saliva con dificultad. Belina mencionó a Ailum, quien estaba muerto, que no era más que cenizas.

—¿No son tres años? —preguntó Adaliah, a Piperina le sorprendió que haya ido en su rescate—. El cambio de rey se hace cada primavera, y según lo que dice, tendría que hacerse en el otoño anterior.

—¿Y a qué gran hazaña se refiere? —preguntó Piperina, hablando por primera vez en la conversación—. ¿De qué habla?

—El hijo heredero, el que valientemente se ofreció para ir a capturar a Zara Pickerhell, la fugitiva que asesinó a Elmhir Houndlight. Pasan seis meses, todos creen que la captura fue mal, que ha muerto y la guerra estalla. Ustedes han vuelto de la muerte.

—¿Guerra? ¿Seis meses? Apenas nos fuimos unas semanas a lo mucho.

—Han pasado...

—Piperina está bromeando —interrumpió Adaliah mientras reprendía a Piperina con la mirada para que no hablara más de lo necesario. Esta entendió enseguida el mensaje, así que rodó los ojos con inconformidad—. Claro que fueron seis meses y claro que lamentamos no haber dado noticias en este tiempo. ¿Tiene nuevas noticias de la guerra? Mis informantes han estado un poco ausentes estas semanas.

Estaba siendo discreta. Adaliah no quería dar más información de la necesaria, comportándose como una gobernante nata, cosa que impresionó tanto a Zedric como a Piperina.

—No ha habido avances —dijo Belina, su gesto frío—. Desde que la guerra estalló Zara no ha dejado de hacerse con nuevas colonias, desplazando la autoridad del sagrado Sol y la sagrada Luna. Nadie sabe como lo ha logrado, pero, como debe de saber, los rumores corren.

—Es bueno especular —dijo Zedric—. Nunca se puede confiar en nadie.

—Espero que los rumores no se cumplan. El nuevo continente no es basto, pero cada que Zara expande sus dominios consigue más personas. Hace más grandes sus ejércitos, y parece que su poder es imparable.

Ecos de sol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora