Capítulo 20. «La poseída»

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—¿Cómo diablos llegaste aquí? —soltó Skrain de una vez después de que ella se hubo quitado su capa.

Alannah le había atraído por su dulzura. La sonrisa que le dedicó hizo que recordara el porque le había gustado de nuevo, y sus ojos azules parecían brillar en la oscuridad.

Entonces notó que ella estaba empapada. Sus ropas eran gruesas y seguro el frío no le hacía algún daño, pero sus mejillas estaban sonrojadas casi por completo.

—La Luna me ha enviado aquí —respondió llevándose la mano al cuello y sacando un pequeño colgante brillante con forma de óvalo, completamente blanco, más con una luz azul en el centro—. Y este dije brilla hacia la dirección correcta a la que ir. Se lo he tomado prestado a mí madre.

—¿Por qué la Luna te enviaría aquí? ¿Cómo llegaste?

Yian observaba todo con ojos entrecerrados. Seguro estaba esperando el momento indicado para sacar un comentario sarcástico, o tal vez estaba impresionado porque nunca había visto a alguien como ella. Pocos en el continente conocían a los llamados, ya que ellos se refugiaban muy dentro de las murallas de sus nuevas ciudades dejando entrar sólo a sus sirvientes y esclavos.

Y siempre era chocante verlos por primera vez. Sus pieles claras, sus ojos mágicos y vibrantes con los colores del agua o del sol, símbolos de la vida. Se veía la magia en ellos.

—No lo sé, lo vi en un sueño y supe que había que venir a verte. He traído a toda mi tripulación, un grupo de honorables hijas de la Luna que se unirá a la lucha en cuanto sea posible. Lo que me pareció raro es que estuvieras aquí, en la Isla del Placer.

—¿Hijas? ¿Estás bromeando? —Skrain no se sorprendió al oír a Yian, sabía que se burlaría de algo en cuanto pudiera— ¿Crees que ellas realmente servirán de algo en esta guerra? No es un ejército cualquiera, aquellos hombres son casi inmortales.

—Y nosotras tampoco somos como cualquier ejército. —la confianza de Alannah era palpable, y eso si llegó a sorprender a Skrain— ¡Hemos luchado contra una mantícora enorme para llegar aquí, parecía un híbrido, incluso se metía en el mar, como si el fuego y el agua habitaran en ella!

—¡¿Una mantícora?! A esas cosas se les llama poseídas. Fueron creadas por la diosa de la venganza y seguro algo quieren cobrar. ¡¿Y aun así quieres unirte a nosotros?!

—Sí —Alannah nunca se había mostrado así a Skrain, tan confiada y, al mismo tiempo, retadora—. Y la derrotamos aun sin tener un sólo hombre en nuestra tripulación. ¿Ahora ves lo buenas que somos?

—Tendría que comprobarlo —se mofó él.

La tensión era palpable. Todos alrededor miraban a Alannah, mientras que la lluvia no dejaba de caer.

Alannah soltó la coleta alta con la que traía agarrada su cabello y lo exprimió dejando caer el agua sobre el suelo a borbotones. Skrain supo entonces que era el momento de hablar.

—No sabes cuánto lamento que hayas tenido que venir aquí para que supieras el reciente cambio de acontecimientos —dijo—. Estábamos apunto de marcharnos directamente a la provincia Goldshine, en el Reino Sol. Creemos que allá podremos encontrar la ventaja que nos dé la victoria.

—Pues mira que coincidencia —Alannah entrecerró los ojos, divertida—. Mis hermanas están allá y Connor pronto se les unirá en su travesía.

—Eso es tan...

—¿Peculiar? ¿Qué Amaris y Piperina estén en el Reino Sol? No lo es. No considerando que Piperina ahora ya no nos pertenece.

—¿Qué? —Skrain de repente perdió el hilo de la conversación, confuso.

Ecos de sol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora