Skrain nunca había conocido lo que era soñar.
Cuando dormía generalmente viajaba al inframundo, veía a sus seres queridos, recuerdos traumáticos o visiones de personas en el presente con las que había tenido alguna conexión en el pasado.
Aun así, no estaba preparado para lo que iba a ver.
Aquella noche, y después de un largo día intentando encontrar aliados para la lucha que se avecinaba, Skrain consiguió asilo en una fonda y cayó dormido tan pronto como sus pies dejaron el suelo y su cuerpo reposó en los aposentos.
🌙🌙🌙
Soñó con Piperina. La vió correr por los prados, lágrimas abundantes y dolorosas cayendo por sus siempre rojas mejillas.
Skrain siempre estaba consciente de lo que soñaba. Al verla supo casi enseguida que debía de estar en su palacio, en la Isla Real, basándose en la familiaridad con la que sus pies se movían de un lugar al otro y el que no le importara andar en camisón hasta las altas horas de la noche.
La nieve comenzó a caer del cielo en el instante en que Piperina llegó a su destino. Se trataba de una gran fuente, las letras, "Hinc Erydas", que se transcribía a "Aquí reside Erydas", en la lengua actual.
Era una estatua labrada con una magnificencia y detalle exquisitos. Era el dios, o la visión que alguien había tenido de él, portando el fruto que llamaban, "Saetrerium" o fruto de la vida.
-Oh, padre Erydas -había sollozado la chiquilla debajo de la estatua-. Por favor ayúdame. Amaris es el ser al que más amo, pero me preocupa. La veo sufrir, debilitarse, perder la cordura misma. Tú, que eres el padre de la vida, que lo sabes todo... -el llanto detuvo sus palabras, una triste forma de expresar cuan incontratable era su dolor-. Quisiera creer en sus sueños. Traerlos de vuelta, conseguir lo que nadie ha conseguido y librar a Skrain de sus penas. ¿Pero quién ha sido capaz de evadir a la muerte antes? ¿Debo creer que este elfo fue tan poderoso?
La nieve caía cada vez más abundantemente. Los pies de Piperina estaban poniéndose de un rojo que no se vislumbraba para nada favorable.
Justo cuando Skrain creyó que se levantaría, sus ojos se enblanquecieron y se desmayó de la nada.
-No pierdas más el tiempo, hijo de Skrain. Este no es el lugar en el que debes de estar.
Aquella voz lo sacó de la visión. Sonaba familiar, como si alguien le hablara con el tono de voz de Amaris y la uniformidad y elegancia de Alannah.
-Zara avanza hacia la capital, pero no podrás detenerla sin tus antiguas amistades -dijo la voz. Pronto la visión cambió y, después de ennegrecerse por completo, tomó color.
Zara iba sobre un corcel negro y bello. Su cabello, significativamente más largo, caía de forma deslumbrante sobre su vestido, de un verde esmeralda llamativo y que Skrain sólo había visto usar a las hijas del primer reino independiente, un verde casi imposible de conseguir.
-Consigue ayuda de Amaris. Dale guía en su misión y entonces verás tus problemas resueltos.
🌙🌙🌙
-¡Skrain! ¡Skrain! -fue despertado. Yian lo zangoloteaba de un lado al otro, un vil intento porque Skrain era tan fornido como para que fuera extremadamente difícil hacerlo.
Este abrió los ojos y entró en consciencia poco a poco, muy dentro de sí mismo sintiéndose contrariado, curioso, y molesto.
Desde que tenía memoria se le había mandado lo que tenía que hacer. Ni siquiera había podido llorar a su madre porque, después de dos días de vagar por el desierto en busca de una explicación a lo que había sucedido, Skrain se metió en su mente y le mandó que buscara a Sir Lanchman.
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Ecos de sol.
FantasySer un líder es difícil. Drena todo de tí, te lleva hasta el punto más crítico de la existencia. Zedric no quiere serlo. No quiere gobernar a un reino que desconoce, no quiere luchar contra una enemiga conocida. Sólo quiere ser libre, e intentará...