—Sephira, ¿Tienes idea dónde estuvo la ciudad de los elfos antes de qué desaparecieran? Es algo que me abruma bastante.
Amaris y Sephira estaban sentadas en el medio del jardín del palacio en el principio de alguna mañana del pasado. Sephira dibujaba en las rocas, mientras que Amaris, juguetona, intentaba cachar a una cucaracha que, de alguna forma, podía verla y huir de ella a pesar de su estado fantasmal.
—Debajo de la recién construida provincia Swordship. Ellos siempre hacen alarde de lo bien que han sabido esconder la guarida de los elfos, naciendo de las cenizas y no sé que tanto cuento más. ¿Estás planeando ir...?
—Por mí cuenta y en mi estado normal, en mí tiempo, a investigar. Eso es lo que haré.
Sephira bajó la mirada. Amaris sabía que no estaba de acuerdo con ella, pero agradecía que tuviera la edad suficiente como para saber que preguntas hacer y en qué momento sin tener que quejarse.
—Te daré un consejo —esto lo dijo con voz baja, debía tener unos veinte años o más, porque tan joven como otras veces no estaba—. No pienses mucho las cosas, el destino te llevará antes de que siquiera lo pienses, jalándote por su corriente y ahogándote o dejándote en la orilla del mar antes de que siquiera lo notes. Haz lo que creas mejor, duda de todo, pero nunca esperes demasiado.
—Gracias —Amaris sonrió—. Aprecio tú preocupación. Es un buen consejo y lo seguiré, más ahora que tengo que cuidar a Piperina, está apunto de casarse.
—Con Nathan Swordship —Amaris entrecerró los ojos, Sephira completó—. Recuerda que yo también veo el futuro, sé cosas que pueden y no pueden pasar. Como sea, tampoco hay mucho que pueda decirte.
—Pues yo si quiero saber cosas de tí —dijo Amaris—. Dijiste que toda tú familia murió en la guerra, ¿No es cierto?
—Sí —tan recompuesta estaba Sephira como para no verse afectada al oírlo—. Amaba a mis hermanas mayores, a mí madre y padre, pero fallecieron en una de las luchas contra el Reino Sol más sangrientas que puedas imaginar. Uno de ellos y el más poderoso, Josías Ramgaze, fue el creador de todo ese desastre. Él se metió en la mente del batallón de mí padre, implantó cosas en sus cabezas hasta que no pudieron soportarlas y sangre comenzó a salir por sus oídos. Mi padre trajo a cuantos pudo de vuelta, incluyendo a mí padre y hermanas, pero murieron antes de volver a la normalidad, días después él las seguiría en camino al inframundo, y...
—¿Pero puede haber alguien tan poderoso cómo para hacer eso? Zedric apenas si puede leer las mentes, y él es...
—Zedric es poderoso —concordó Sephira—. Pero él mismo se está inhibiendo. Yo te recomendaría que lo ayudes a encontrarse a sí mismo, porque así, cuando el poder llegue, podrá manejarlo y no lo caerá por sorpresa. Siempre que pienso en Josías me da un gran dolor de cabeza, pero lo único que me alivia de él es que ya está muerto.
—¿Ah sí? ¿Y cómo sucedió?
Los ojos de Sephira estaban helados. Dejó de jugar, miró a Amaris fijamente, luego respondió:
—Yo lo maté, así fue como terminó la guerra.
☀☀☀
—Zedric.
Una voz, tan cálida, tan reconocible como ninguna otra. Una voz que solía reconocer porque siempre le inspiraba amor. Porque venía de una persona con sentimientos puros a pesar de tener malas experiencias, de ver las peores cosas tanto en el pasado como en el futuro.
Y lo estaba llamando entre sueños.
—Amaris —él estaba sonando también. Saber que podía moverse entre sueños y seguir la voz de Amaris no fue importante con tal de estar cerca de ella—. ¿Qué sucede?
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Ecos de sol.
FantasySer un líder es difícil. Drena todo de tí, te lleva hasta el punto más crítico de la existencia. Zedric no quiere serlo. No quiere gobernar a un reino que desconoce, no quiere luchar contra una enemiga conocida. Sólo quiere ser libre, e intentará...