Capítulo 15. «Definición de felicidad»

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—Así que deseas verme, Zedric —fue como el Sol, el gran Dios al que llevaba adorando desde su nacimiento, se le presentó.

—¿Desear? —Zedric estaba demasiado aturdido como para responder, había algo familiar en este misterioso ser, que estaba insinuando que él había llegado ahí por sus propios medios, como si lo hubiera deseado.

—Sí. Yo no te he traído aquí, tú has venido solo.

El Sol era diferente a como él lo había imaginado durante todos sus rezos y clases. Parecía joven, aun más joven que Nathan o él. Aun así, su voz era fuerte, penetrante, como si con una palabra dijera otras mil más. De un tono cálido pero impactante al mismo tiempo.

—¿Tengo el poder para hacer eso? —se preguntó Zedric por lo bajo. Su presencia era espiritual, no podía ocultar nada del Sol—. Nunca imaginé que usted, un Dios tan poderoso, viviera de esta forma, lleno de luz, ¿No es cierto eso de qué tiene un palacio que vuela en las nubes?

—Hay muchas cosas que no son ciertas de mí, como el que soy un ser con viviendas mortales como las de ustedes. Yo vivo ligado a este astro, de otro modo no podría cohexistir con todo el poder de la energía de la luz. Son cosas más allá de tú entendimiento, pero algo si debes saber, y es que mí poder se está debilitando día con día.

—¿Se debilita? —Zedric entrecerró los ojos—. ¿Cómo puede suceder eso? Si está ligado a la luz y su energía debe ser lo suficientemente poderoso como para superar a todos los demás dioses,¿No se supone que usted es el Dios supremo?

—Nuestro poder es proporcional al número de personas que creen en nosotros.

—¡Pero si toda una nación lleva tú nombre! ¡Muchos creemos en tí!

—Llevar mi nombre no significa creer en mí. Es como leer. Las personas ya no me toman como una historia verdadera, sino que me ven como puros cuentos de niños.

—Yo... —Zedric trató de responder, pero no lograba pensar bien— ¿Por qué me dice esto?

—Zedric, acabas de tener acceso a una gran cantidad de poder. De ahora en adelante verás en todo algo más, es por eso que estás aquí. Quiero que sepas que el poder que tienes —se detuvo, haciendo un movimiento de manos que hizo que luz saliera de su pecho, brillante y luminosa—. Es suficiente como para restaurar sus creencias. Es suficiente como para crear tanta devastación como buenas obras. Todos ven la luz como una herramienta de bien, pero no siempre es así. Más vale que lo uses para el bien.

—¿Es esto una amenaza? —preguntó Zedric, alarmado—. ¿No puedo hacer lo qué yo quiera con mis propias facultades?

—Zedric, soy un Dios, pero ser un Dios no es tan bueno como parece. Vivo condenado a observar a los mortales, a estar entre ellos pero no gozar como ellos. Soy poderoso, pero este astro es el que me sigue dando vida. Si los mortales no vieran al Sol no vivirían y yo no viviría sin ellos. Y tú, con tanto poder, eres como yo. Estás destinado a convertirte en alguien igual o incluso más poderoso que yo.

—¿Un Dios? ¿Cómo es eso posible?

—Yo empecé como tú. Era mortal, estaba enamorado, buscando específicamente mi satisfacción. Pero no esperaba lo que venía.

¿Ser un Dios? Zedric definitivamente no esperaba aquella afirmación.

¿Quería serlo? ¿Alguien tan poderoso?

—¿Usted es feliz? —preguntó. Al final de cuentas eso era lo que Zedric siempre había deseado—. ¿Qué pasó con su amor?

Ser un Dios te hace imponente y poderoso. El rostro del Sol había sido impasible desde el momento en que Zedric lo había conocido, pero cambió en la fracción de segundo después de que él hizo su pregunta. Sus tupidas cejas se alzaron y una sonrisa pequeña pero especialmente luminosa se vislumbró en sus labios.

Ecos de sol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora