Capítulo 28. «La búsqueda se reanuda»

528 94 2
                                    

—Hace mucho frío acá abajo —dijo Piperina con dificultad mientras bajaban las escaleras del túnel de entrada.

Las cosas se veían bastante bien para tratarse de una mina, con los caminos adoquinados, las paredes forradas de granito y, a primera impresión, seguro.

Era algo que les faltaba en el Reino Luna. Las minas eran mucho más inseguras, descuidadas por la antigüedad.

—A ti es a la única que le afecta —dijo Zedric—. Recuerda que tenemos resistencia al frío y el calor.

—Yo no lo tengo —dijo Skrain—. Y también noto la diferencia, nunca me han gustado los lugares fríos, crecí en el desierto y estuve acostumbrado toda mí vida al calor.

—Esperen —los detuvo Piperina. Por un momento se sintió mareada, resultado de que sus sentidos estaban percibiendo demasiado al mismo tiempo.

Amaris fue y la sostuvo unos segundos. Los demás, que habían comenzado a dejarlas atrás, se detuvieron al momento que ella dijo:

—Escuchen a Piperina.

—¿Qué pasa? —preguntó Skrain, acercándose a ella y posando la mano en su hombro de forma protectora, si ceño fruncido por la preocupación y curiosidad.

—Yo...

—Te dije que no deberías haber venido —murmuró Alannah con desaprobación.

Piperina estaba cansada de oír a Alannah decirle lo débil que era, algo completamente incorrecto, porque, en realidad, era su fuerza la que le estaba causando daño.

Piperina se cuadró de hombros, y, orgullosa como siempre, respondió:

—Sin mí no encontrarán esta especie de tumba. Porque sí, me siento mal, pero es por lo abrumador que me resulta estar aquí abajo. Siento demasiado, soy consciente de todo lo que está a mi alrededor.

—Si es así entonces deberías sentir la cueva que estamos buscando —le devolvió Alannah de nuevo—. Pero te aseguro que no es así.

—La siento —murmuró Piperina—. De otro modo no hablaría de ella.

Las dos se retaron con la mirada. Amaris se interpuso entre ellas dos y dijo:

—Ya. Estoy harta de esto. Regresando al palacio ustedes dos definitivamente tienen que hablar. Por lo mientras...

—No te recomendaría avanzar más —interrumpió Piperina antes de que Alannah avanzara en lo que parecía una simple bajada—. Me parece que es una medida contra invasiones, porque... 

Avanzó. Justo como aquellos sentidos mágicos le decían, debajo de ellas no había nada. La caída que, para cualquiera parecería una simple rampa o una inclinación en el suelo, se convirtió más bien en un precipicio que llevaba a las minas sí, pero sin camino aparente. Debajo las personas iban de un lado al otro, llevando todo tipo de metales, carbón, e incluso comida de un lado al otro. 

Aquél lugar era curioso, parecía una especie de almacén.

—Menos mal que hemos venido por una entrada no muy concurrida —dijo Zedric—. De lo contrario las personas habrían notado nuestra presencia y hubieran generado mucho revuelo. 

—No es que sea una entrada no muy concurrida —observó una voz desconocida—. Es que las personas ya llevan horas trabajando. La hora de entrada siempre es temprano, y aún cuando es de mañana no es lo suficientemente temprano. 

  —Si es que alguna vez salen de aquí —se burló Skrain—. Bienvenido de nuevo, príncipe Harry Bon Pickle. 

 —Rey Bon Pickle —corrigió Zedric—. Yo... —carraspeó—. Lo siento mucho. 

Ecos de sol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora