—No quiero imaginarme las razones por las que estos animalillos huyen de tí —dijo Skrain con escepticismo mientras observaba la aldea, pequeñas casillas hechas de palma y tronco yuxtapuestas en forma de U.
Parecían tratarse de varias filas a lo largo del espacio que estos ocupaban en la isla, pero no era una gran población, sino que todo parecía perfectamente íntimo y ordenado.
—Vamos —la sonrisa de Yian no auguraba nada bueno, él empujó a Skrain por detrás, jugando—. Aquí me quieren, pero no todos. La mayoría de la población me teme y, muy probablemente, te temerá a tí también. Debes de estar acostumbrado.
—Lo estoy —pasaron la primera hilera de casas, siguiendo hasta llegar al final, donde un precipicio anunciaba una caída nada favorecedora— No creas que eres el único especial aquí.
Aquella rara especie estaba evadiéndolos aun. Skrain se sentía incómodo, molesto, e inquieto. Algo no iba bien.
—Lo sé —contestó Yian.
—¿Y cómo es qué sabes de este lugar?
—Cómo con todo lo qué sé, lo aprendí. Todos dicen que tú eres el más poderoso, o Amaris, o Zedric, pero yo creo que él más poderoso es él, Sir Lanchman. No es cuán bendecido eres, sino cómo lo aprovechas y cuánta experiencia tienes. Él tal vez no parece tener tanto poder, pero no en vano engendró a una hija como la que tenía. Era muy bendecido.
—Tú realmente eras muy cercano a Cara, ¿Verdad? —preguntó Skrain, consciente de que era él quién se la había quitado—. Yo lo...
—No lo sientas —sentenció Yian, su voz inesperadamente gruesa—. Ella era una luz. Siempre tenía una sonrisa en su rostro, era bellísima, atenta, la única persona a la que le he importado —Skrain estaba a punto de disculparse de nuevo, pero Yian insistió diciendo—: Parecía feliz, pero no lo estaba. Esa misión era necesaria, y no lo creo sólo porque Sir Lanchman lo diga tan constantemente. Si se hubiera quedado con nosotros se hubiera marchitado.
—Yo...
—Ya déjalo —insistió Yian. Su corazón latía rápidamente, estaba fingiéndose calmado cuando no lo estaba—. El príncipe Ulmar seguro tendrá todo listo...
Y sí, lo tenía todo listo. Yian fue silenciado en el momento en que una de esas criaturitas salió y se posó frente a ellos, su séquito, que eran fornidos y una especie de protección que lo seguía, acomodándose en las partes aledañas sin estar excesivamente sobre él. Más como vigilantes que como guardias.
—Yian, es extraño verlo aquí, ¿Puedo preguntar por qué ha venido? —dijo. Su voz era gruesa, sus ojos negros, su cabeza rapada y piel más azulada que verde, como la de los demás. Era un espécimen del todo raro y parecía estar lleno de tierra, como si fueran sus poros.
—He venido de parte de su gran antecesor, Skrain, a pedir de su ayuda. Solicito ver al gran abuelo.
Ulmar alzó una ceja al oír esto. Estaba escéptico, como sino pudiera ser cierto.
—No sé si creerle —respondió—. Pero él ha señalado que los dejara entrar, así que eso haré. Sabe dónde encontrarlo.
Yian asintió. Los hombres se esfumaron, Skrain frunció el ceño y, mientras seguía a Yian a dónde sea que estuviera el abuelo, preguntó:
—¿Cómo pudo vernos antes de siquiera llegar? ¿Tiene sentido?
—Claro que lo tiene. Debe haberte visto en el aire. Son tus familiares, muy lejanos, pero lo son.
Skrain apretó los labios. Pensar en familia le daba arcadas cada una de las veces. El dolor no había disminuido desde que su madre no estaba con él. Y cuando pensaba en ella...
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Ecos de sol.
FantasySer un líder es difícil. Drena todo de tí, te lleva hasta el punto más crítico de la existencia. Zedric no quiere serlo. No quiere gobernar a un reino que desconoce, no quiere luchar contra una enemiga conocida. Sólo quiere ser libre, e intentará...