Capítulo 12. «Escondidos a plena luz»

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—¿No pudiste haber tardado más en llegar? Soy viejo, capaz y ya me había muerto para el momento en que llegaras.

Zedric dejó que su padre lo apretara después de los liberadores tres días que no se habían visto en lo que se percibiría como un abrazo paternal. En su oído y más cerca, el rey susurró:

»Esta me la pagarás muy cara. ¿Irte sin mí conocimiento?

—Conseguí dos dragones —argumentó Zedric tratando de salvarse de las regañinas de su padre— Ahora tenemos más armas contra Zara. Armas extremadamente poderosas.

—¿Y? —el rey parecía ofuscado, más no furioso— Los rumores corren y estoy cansado de escucharlos. Sé un buen hijo y comportate como un príncipe heredero, el gran y maravilloso chico que está destinado a ser el soberano del Reino Sol.

—Sí, padre.

—¡Bien! —el rey le dió dos palmaditas a Zedric en la espalda, enseguida incitándolo a entrar al palacio de la familia de Nathan, los Goldshine, el lugar en donde comenzaría la gira en grupo que Calum había convocado—. Entonces quiero que empieces a demostrarlo en este preciso momento yendo a hablar con Calum y dejándole en claro que eres el que ganará.

—Por más que me esfuerce nunca conseguiré que deje sus ambiciones de ser rey —respondió Zedric—. Está determinado a ganar, de eso estoy seguro.

—Es un Mazeelven, claro que no se rendirá hasta ser vencido o, y al contrario, conseguir lo que desea. Quiero que le dejes en claro que le ganarás. Que lo hagas desesperarse y por fin note que no tiene mi apoyo en esto.

—Él sabe que no tiene tú apoyo.

—Pero le dolerá más que se lo heches en cara, ¿Captas lo que quiero lograr con esto?

Zedric asintió. El rey le dió dos palmaditas en la espalda, luego sonrió de lado y se adelantó antes de que Zedric siquiera lo notara.

—Me alegra mucho verte —fue lo siguiente que oyó él, una voz femenina y delicada—. He estado esperando mucho por tí.

—Y siento que lo hayas hecho —se disculpó Zedric. La mano de Elina se posó sobre sus hombreras, un gesto que Zedric no quería corresponder con amor o apreciación.

Realmente lo lamentaba. Odiaba no poder quererla, que su corazón hubiera sido ocupado antes de que Elina hubiera tenido la oportunidad de entrar en él.

Había llegado demasiado tarde.

—Sé que lo sientes —respondió Elina rodeándolo hasta que quedaron frente a frente—. Y por eso no estoy enojada contigo. ¿Sabes? Sólo quiero que me lo compenses.

—¿Cómo? —preguntó Zedric, que si la ignoraba sería una grosería, siendo su prometida—. ¿Qué quieres que haga?

Los ojos de Elina, que lo miraba fijamente mientras presionaba su mano, eran de un miel que no expresaba nada. Vacíos, no profundos.

—Quiero que vayamos a un paseo.  Tenemos que conocernos un poco más si queremos que nuestro matriminio sea, al menos, aceptable. No te pido un lecho de rosas, sólo un poco de tú interés.

—Yo... —quería negarse, decir que tenía muchas cosas que hacer, justificarse de mil y una maneras— Está bien.

La sonrisa que Elina le mostró entonces sí fue auténtica. Estaba sorprendida, se sentía feliz y satisfecha.

Aun así, eso no fue suficiente como para sacar a Amaris de su corazón.

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Ecos de sol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora