—He acudido a su llamado —dijo Ranik con la voz más confiada y alta que pudo formular.
Sephira lo había mandado a llamar. Pronto comenzarían su búsqueda para encontrar a los elfos y detenerlos de resucitar, pero ella había pedido específicamente hablar con él antes de eso.
En aquel momento estaba en su vistoso comedor de la cena anterior, su vista fija en una especie de escrito que parecía antiquísimo.
Sephira dejó de hojear el libro. Sus ojos azules oscuros cayeron entonces en Ranik, al momento en que dijo:
—El futuro aun no está decidido. Hay muchas ramificaciones, posibles salidas, y hay tantas que nunca terminaré de saberlo todo. ¿Sabes?
—No, no lo sabía, pero parece una abrumadora labor —contestó Ranik. Estaba confundido, no sabía hacia que rumbo iba la conversación—. ¿Hay algo en lo qué yo pueda ayudarle para resolver sus conflictos?
—Es precisamente eso por lo que te llamé. Amaris está apunto de iniciar una búsqueda, una igual a la nuestra pero en su mundo, y deseo que no tenga distracciones. Atisbo un futuro nada favorable si las hay.
—Oh, ya. ¿Qué tipo de distracciones? ¿Qué puedo hacer yo para ayudar?
—Pues alejarla de tí —soltó Sephira. Esta vez sus ojos transmitían tal firmeza que impactaban, el corazón de Ranik latió con rapidez al momento que ella siguió hablando—: Quiere revivirte, pero nada bueno sale de algo así. No es recomendable y sólo un muerto puede labrarse el camino hacia la resurrección.
—¿No son nobles sus deseos? Es cierto que es un poco drástico, y se lo he dicho, pero me atrevo a decir que incluso la misma Luna le ha dicho que, si consigue el cetro, tal vez Amaris podría traerme de vuelta.
—Hace mucho tiempo que he dejado de confiar en los dioses. Cada uno tiene sus propias ambiciones y no es bueno inmiscuirse en eso, en sus planes.
—¿Entonces? —Ranik suspiró—. ¿Qué tipo de planes podría tener la Luna?
—No lo sé. Lo único de lo que estoy segura es de que quiere que Amaris tenga el cetro y eso es todo.
—Pero y, según su lógica, que Amaris obtenga el cetro significa que la Luna saldría beneficiada en algo, que sólo lo sugiere por sí misma y sus necesidades.
Sephira asintió.
—Sí, eso es lo que propongo. Sé que debe ser difícil para tí creerlo porque toda la vida has tenido esta imagen perfecta de lo que los dioses son, pero pronto entenderás a lo que me refiero.
—Lo haré, entonces. Cuando hablemos de nuevo yo...
—Lo lamento —interrumpió ella—. Sé que sabes que dañarás sus sentimientos, pero... —suspiró—. Mira, sé que debe de ser difícil creerme. Parezco tan irracional, con todo este conocimiento del futuro y el pasado fluyendo en mí, y tal vez lo sea, (no sabes que tan constantemente me encuentro sorprendida por lo mucho que puedo cambiar después de noches enteras de soñar y soñar), pero, y quiero que entiendas esto, yo también la conozco. Amaris ha sido parte de mi vida desde que tengo memoria, visitándome constantemente, enseñándome las principales lecciones que debes saber cuando ves el futuro. La quiero y haría lo que fuera por ella. Es por eso que me interesa salvar a este mundo. Porque, más que nada, quiero salvarla.
Ranik estaba atónito. No había sido consciente hasta aquel momento de lo buena que Amaris era para conseguir el amor de los demás. Simplemente se ganaba a las personas sin siquiera intentarlo.
—Es difícil no amarla —fue lo único que logró formular. Sephira asintió, ambos intercambiaron miradas conocedoras por varios segundos y, después, Sephira dijo:
—Dile a tus amigos que se preparen. Al sonar de las diez campanadas saldremos bajo órdenes del Dios que gobierna este lugar.
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Ecos de sol.
FantasySer un líder es difícil. Drena todo de tí, te lleva hasta el punto más crítico de la existencia. Zedric no quiere serlo. No quiere gobernar a un reino que desconoce, no quiere luchar contra una enemiga conocida. Sólo quiere ser libre, e intentará...