Capítulo 3. «Reconocimiento»

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-Bienvenido de nuevo, Wilbur Skrain -dijo Sir Lanchman una vez este fue llevado a su presencia-. Ha pasado mucho tiempo.

Skrain no subió la mirada. Estaba avergonzado, no sabía como justificar lo que había sucedido.

También se preguntaba donde estaba, que tan poderoso podía ser Yian, que usando sus habilidades como hijo del Dios del espacio lo había transportado en un portal hacia la nada. Habían terminado en el medio del desierto otra vez, pero frente a ellos había una cabaña de paja en la que, al entrar, se había encontrado con Lanchman. Podrían estar en cualquier parte.

-Quieres que te mate -dijo Sir Lanchman, su voz profunda y atemorizante-. Pues no lo haré, creí que lo sabías.

-¿Qué creyó que sabía? -Skrain estaba perdiendo los estribos, el aire hacía temblar la casucha en la que estaban por la fuerza con la que la impactaba- Estoy cansado de juegos, de tratar de entender porque la muerte se los llevó a todos ellos, yo... -carraspeó, tratando de reunir fuerzas para decir-: Lo siento mucho. Ella era mi hermana y yo...

-Silencio. -Sir Lanchman parecía extrañamente tranquilo, como si Cara no hubiera muerto, como si estuviera todavía por ahí saltando y haciendo magia nueva y maravillosa- Lo he hablado muchas veces contigo, tantas como para que haya perdido la cuenta. Tú no eres un monstruo, sólo tienes habilidades que no puedes controlar, porque la energía que vive en tí, la energía de la muerte, tiene vida propia.

-¿La muerte tiene vida? -preguntó Skrain con sarcasmo. Sir Lanchman sonrió de lado, al parecer un poco más cómodo, y explicó:

-Véelo de esta forma. La luz es un ente, viene toda en conjunto,
o sólo en partes, como aquí. No estamos por completo en la oscuridad -señaló a la sombra que había en la cabaña- Pero tampoco estamos a plena luz. Así es en tú interior. La muerte y la vida habitan dentro de tí, en equilibrio. Pero cuando Silas, la oscuridad, entró en contacto contigo, entonces todo se desequilibró, la muerte se extendió buscando poder, llevándose a las almas más puras y menos poderosas.

Skrain recordó la sensación del poder entendiéndose dentro de él, yendo e invadiendo a las almas más cercanas. Era algo que quería olvidar.

-¿Cómo sabe tanto de esa lucha? ¡¿Cómo, sino estuvo ahí?!

-Porque Zedric no es el único que puede leer mentes -Sir Lanchman no parecía feliz de compartir sus secretos, mucho menos complacido por ser tan poderoso como el príncipe- ¿Cómo crees que sé todo lo que sé? No es de la nada.

-No fue oportuno decírtelo antes -dijo Yian, más serio que nunca, tanto como para que su rostro perdiera cualquier expresión.

-Simplemente no lo necesitaste -dijo Sir Lanchman. La cabaña en la que estaban era diminuta, lo que no hacía nada para ocultar su gran presencia-. Pero ahora sí.

-¿Qué quiere de mí? ¿Por qué me ha traído de vuelta? ¿No su entrenamiento y ayuda habían terminado?

-Ojalá -Sir Lanchman de repente se vió más viejo, como si tuviera muchos años sobre sus hombros. Tal vez era su expresión, profunda y vacía al mismo tiempo- Zara está extendiendo sus dominios. La Luna y el Sol intentarán detenerla, pero un arma como esa es demasiado poderosa, en especial si la maneja un semidiós.

-Zara no es un semidiós -dijo Skrain, pero al ver el rostro de Sir Lanchman dudó, así que preguntó enseguida-. ¿O sí?

-No todos los poderosos son semidioses -respondió Lanchman con tono taciturno, como si estuviera cansado de explicar y hablar-. Pero Silas sí. Él es lo suficientemente poderoso como para derrotar a los más grandes ejércitos con esas armas. Lo hará sino te preparas para detenerlo.

Ecos de sol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora