Capítulo 22. «La que lo ve todo»

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Una de las cosas con las que Ranik nunca se había sentido incómodo era el silencio. Su familia no era específicamente conocida por ser muy habladores, disfrutaban de los sonidos del mar, del rumor de las olas, los cantos de las aves, las finas canciones o reuniones de lectura.

Hasta que conoció a Amaris. Esa niña parecía callada y tímida al principio, pero con el tiempo adquirió confianza y se volvió del todo parlanchina.

Los silencios se volvieron un poco más aburridos. Las personas parecían no tener nada que decir. La vida se volvió más sencilla y menos fantástica cuando ella no estaba.

Aun con todo eso, Ranik no había notado tanto los silencios incómodos como hasta aquel momento.

Esta extraña reina, (sabía que era Sephira, pero de eso nada más), los había salvado, sí, pero después de eso prácticamente los había raptado, porque ¿Quién le dice qué no a una reina a una invitación a cenar?

Y, después de eso, todo se había puesto peor. Los había conducido a través del palacio, dando datos curiosos sobre su decoración, (arte preservado porque el gran Dios del inframundo lo creía inmortal en belleza), sobre los artistas que lo habían hecho, (detallando su vida con un detalle perturbador), o también de las personas, (señalando a cada persona con la que se topaban como si se conocieran de años, aunque ellos parecían no reconocerla a ella).

Entonces llegaron al centro del palacio. Ahí todo era blanco, lleno de luz, y de decoración más sencilla que nada. En el comedor había todo un banquete predispuesto sólo para ellos y, de alguna forma, extremadamente familiar.

Incluso los asientos y la comida parecían haber sido preparados para ellos. Ranik encontró frente a él estofado de pescado sazonado a la forma de su madre y lomo de cerdo para el plato fuerte. Incluso, y para su sorpresa, estaba esta bebida que le encantaba también, la receta de su tía hecha a base de mangos y cítricos como mandarinas, naranjas y limones.

Sabía exactamente igual, y Ranik lo recordaba como si fuera ayer a pesar de que pocas veces tomaba esa bebida por sus ingredientes poco frecuentes en el Reino Luna.

—¡Está todo hecho especialmente para ustedes! —exclamó ella—. ¡Coman!

Ranik trató, aunque sin mucho éxito, de buscar en sus recuerdos algún dato que fuera sobre aquella reina. Tenía el poder de la clarividencia, era poderosa y...

Justo lo resolvió cuando Cara tomó de un jalón toda la sidra que había en su copa y dijo:

—Así que... —se detuvo, haciendo una mueca— Creo que somos personas muy maleducadas. Estamos aquí, tomando y bebiendo, mientras que ni siquiera sabemos su nombre, alabada reina. Creo que su belleza e impacto nos intimidan y que alguien debía decirlo.

Las palabras sonaron atropeyadas, pero sinceras. Una sonrisa se asomó en el rostro de Sephira Stormsword, al momento en que bajó su copa y respondió:

—Cara Adelaida Lanchman. De tí me acuerdo muy bien. Eres un ser único en tú tipo y pocas veces alguien como yo tiene la oportunidad de toparse con un personaje tan importante como tú, o como todos ustedes —se giró hacia los demás—. No se intimiden por mí, puedo parecer importante y tal vez lo sea, pero ustedes lo son aun más que yo. Mi nombre es Sephira Stormsword, y soy una aliada. Haré todo lo que esté en mi poder para ayudarlos ahora que están aquí.

—Usted es... —Hiden no podía contener la sorpresa, sus ojos fueron directamente a Ranik, que ya lo había supuesto—. La aliada de Amaris. Ella nos habló muchas veces de usted.

Sephira asintió. Podía verse el anhelo en sus ojos, el recuerdo que su vida mortal le daba.

—Fui su aliada incluso en mí vida mortal y ahora me siento afortunada de tenerlos aquí, conmigo. Hay muchas cosas por hacer, ¿Saben?

—¿Qué tipo de cosas? —preguntó Elena, que hasta tal punto de la conversación se había mantenido callada al igual que Ailum—. Si el poder de aquel hombre del que salvó a Cara y Ranik, (no quiero ni mencionar su nombre), es tan poderoso aquí en el mundo de los muertos, y ni siquiera era alguien de sangre noble, ¿Cuánto alcance tiene su poder aquí, mi reina? ¿Cuánto ha visto?

Sephira suspiró. Su mirada se volvió vacía, sin estar enfocada en un punto específico, sino como si estuviera recordando todo lo que una vez había visto. Absorbió aire de nuevo y respondió:

—Lo he visto casi todo. Sé cosas que están más allá de nuestra existencia, incluso.

Ranik sintió su respiración cortarse. ¿Cuánto tiempo llevaba Sephira muerta y sola, en aquella habitación tan limpia y pura? ¿Cuánto no había visto en esos miles de años?

—¿Y ha visto nuestro futuro? —esta vez Ailum tomó el coraje de hablar—. ¿Sabía que moriríamos? ¿Por qué no se lo advirtió a Amaris o Zedric si es que hemos podido hablar con ellos en nuestra estancia en estas tierras?

—Ailum, querido... —Sephira no se inmutó ni un poco al responder, pero si se le oyó incómoda, como si cada palabra que dijera estuviera fríamente calculada— He hecho lo mejor para ustedes. ¿Tienes idea de cuántos futuros he visto? ¿Cuántas veces he soportado verlos morir? No tienes idea de lo doloroso que pudo haber sido, más que como fue para ustedes esta vez, como ser sumergidos en un sueño. El destino, (una fuerza que aun sigue siendo sorprendente para mí), decidió que murieran, por lo que lo harían en cualquier futuro o pasado cercano. Yo...

El dolor cortó la respiración de Sephira.

—La entiendo —dijo Ranik—. Y la muerte no es como nos lo hacen creer. Es mucho mejor, creo que usted no tenía nada por hacer.

—Agradezco tú comprensión, Ranik, siempre te he admirado por tú capacidad de entendimiento tan desarrollada. En cuanto a los asuntos de los vivos soy un agente que no puede actuar —dijo Sephira—. Siempre he sido una observadora, y no me molesta. El problema aquí está en el mundo de los muertos y es en eso en lo que necesito que me ayuden. 

—¿Qué es lo qué la aflije? —preguntó Cara—. ¿Por qué este mundo necesitaría ayuda?

—Porque aquí también abundan los elfos muertos en la primera guerra y, para nuestra propia desgracia, están buscando algo que no se ha hecho en miles de años, volver de la muerte. Es decisión suya el si detenerlos o no, pero hay una cosa en la que quiero ser explícita. Lo que decidan influirá en el mundo de los vivos, porque, si estos elfos triunfan, volverán y el destino de sus aliados vivos será del todo lúgubre.

Ecos de sol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora