Capítulo 25. «Debajo»

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-Limpio, suave, el alma renace. Deja que todo lo malo se esfume, da paso a la vida, que triunfante hace a este ser tan especial. Adiós, muerte, Skrain te ha liberado.

-¡No! -un grito retumbó en la penumbra.

Nathan se removió de un lado al toro cual gato enjaulado, recién despierto. No veía nada, incluso tardó varios en reconocer que aquel grito era suyo, porque no sonaba como si lo fuera. Poco a poco su mente se fue restableciendo, tanto así que pudo notarlo. Era él, y estaba vivo.

¿Pero y Piperina? ¿Cómo había sobrevivido él sin su ayuda?

Tal vez aquel era el inframundo y el momento en que perdió su conexión con ella surgió justo porque ya no estaban en el mismo mundo.

¿Así se sentía el inframundo? Era raro, porque sentía que flotaba, como si estuviera...

-Abajo, príncipe de las sombras
-lo detuvo alguien, tan oscuro estaba todo que Nathan no había notado que alguien estaba junto a él, sólo sintió como este extraño ser lo empujó antes de que pudiera moverse-. Coma esto -le mandó, enseguida metiendo alguna cosa rara en su boca.

La vista de Nathan se enclareció enseguida. Por un momento se sintió pequeño, asimilando lo que estaba a su alrededor.

Fue entonces que entendió lo que sucedía. La sensación de que su cuerpo era pesado, la forma en que no reconocía su propia voz.

Estaba debajo del agua. No reconocía su voz porque no la estaba percibiendo con sus oídos, sino que con su mente. La voz que lo había detenido no había llegado a sus oídos, sino que de forma telepática, un lenguaje más allá de su comprensión y que no era ni de cerca igual de sorprendente que lo que estaba a su alrededor.

Lo primero que apreció fue su rostro. Casi confundió a esta criatura con Triya Birdwind, porque sus rasgos, ojos y cabellos eran iguales a los de ella.

Rasgos afilados, ojos alargador y azules claros. Cabello azul, largo y ondeante como un turbante. Y su piel...

Parecían escamas, pero eran distintas a las de cualquier animal marino que se hubiera encontrado alguna vez. Parecía que su rostro, (aun más claro que el de Amaris), estuviera lleno de perlas preciosas.

Era una princesa. Una especie de corona rodeaba su rostro y mantenía a raya a su cabello, algo muy vistoso y hermoso de ver.

-¿Quiénes son ustedes? ¿Dónde estoy? ¿Cómo es que estoy respirando y no...?

-¿Muerto? -otra voz llegó a su mente, Nathan giró su rostro para ver a lo que identificó como la reina, incluso estaba en un trono, a diferencia de todas las demás sirenas que la rodeaban en actitud de sólo estar observando, tal vez cientos-. No te revelaremos nuestros secretos, hijo de Erydas, pero confórmate con saber que te hemos salvado de la oscuridad que te rodeaba. En tú mundo nos conocen como sirenas, pero somos más que lo que ellos piensan de nosotros, más que un simple mito.

-Así como tú estás librando una guerra en la superficie nosotros estamos librando una guerra aquí, en las profundidades. Criaturas que no habíamos visto en miles de años despiertan, regresando del inframundo o adquiriendo vida de las fuerzas de la oscuridad. ¿Crees qué es pura coincidencia?

-No -era más fácil expresarse así que con palabras-. Sé que la guerra no es sólo una cosa de la superficie, sé que tiene que ver con estas... -se detuvo, había oído a Zedric decirlo muchas veces, pero hablar, recordar, y sentir con la mente era complicado- Eras.

-Es tan cierto como lo dices. El fin de una era está cerca, es imposible detenerlo.

-¿Entonces? ¿Vale la pena luchar?

Ecos de sol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora