13 años antes...
—Mami, ven conmigo, no te vayas. Yo...
—Shh... —la madre de Nathan, Vasila Lakescream, lo calló. Él intentó seguir hablando, pero ella puso la mano sobre su boca, luego explicó con voz queda—: Nathan, ya eres un niño grande, tienes siete años. Estás apunto de cumplir los ocho, pasarás a ser parte del clan Goldshine.
Nathan negó con la cabeza. Al contrario de todos los niños de su edad, él no era el tipo de chico que esperaba crecer con ansias. En realidad no quería responsabilidades, sólo divertirse.
—Aun no los cumplo, mamá —respondió—. ¿Por qué me dices esto?
Ella negó. Miraba alrededor con cautela, como si los estuvieran persiguiendo. El palacio y el pueblo se erguían detrás de ellos, mientras que el lago y la cabaña en los que pasaban los fines de semana estaban delante. Era por el atardecer, pronto la luz se apagaría y Nathan cenaría alguna cosa deliciosa antes de ir a dormir.
Pero no estaban yendo al palacio, y esto le daba una especie de mal presentimiento.
—Porque estamos en peligro y tienes que saberlo todo antes de que algo más suceda.
—No quiero...
Un estallido detuvo las palabras de Nathan. Este giró su rostro y vió que el palacio, aquel lugar que conocía como su hogar, ardía en llamas. La torre de su padre estaba ardiendo y el fuego se extendía, con vida propia, hacia la torre del rey y la del duque, aun más altas y que Nathan nunca creyó que pudieran ser destruidas.
Su madre no parecía sorprendida. Lo rodeó, tomó del rostro y miró fijamente, distrayéndolo de las imágenes de guerra.
—¿Recuerdas qué el otro día te hablé de la guerra que hay entre la provincia Goldshine y la Flamechase? ¿Qué el tío, el duque Corintio, quiere ganar? ¿Recuerdas qué nosotros somos los que siguen en sucesión después de él y su familia? ¿Cuáles eran nuestras responsabilidades en caso de qué al tío le pasara algo?
—Yo...
—Nathan, lo sabes —murmuró ella—. Tú responsabilidad es ser el siguiente heredero de nuestra casa. Tú padre será un gran duque y tú, tú eres muy importante. Por eso están aquí. Quieren terminar con los herederos, contigo.
—Pero, mamá... ¿Ya perdimos la guerra? ¿Por qué te preocupas tanto si aun hay esperanza? ¿Por qué el rey Amón no hace nada?
—No hemos perdido. Una vez tú padre y el ejército se reúnan aquí, mañana, el ejército de los Flamechase caerá en un dos por tres. Lo que están haciendo es un golpe final en el intento de hacernos ver más débiles pero, afortunadamente y aunque el tío haya dado su vida por nuestra provincia, vamos a ganar. En cuánto al rey Amón, no quiere que el Reino Sol entre en conflicto con sí mismo eligiendo bandos.
—Es demasiado mamá, yo no puedo...
—Puedes —insistió ella, luego fue hacia la parte inferior del jardín, donde Tachira, el semental que siempre los acompañaba y era un miembro fiel de la familia, esperaba ya ensillado—. Tachira te llevará hasta la guarida de la familia y tú padre llegará ahí en cuanto pueda.
—¿Y tú mamá? ¿Qué pasa contigo?
—Soy la única que queda para dirigir a nuestro ejército aquí, no puedo irme —respondió ella—. Tú sólo tienes que ser valiente y lo lograrás, confío en tí.
Nathan asintió. No quería dejar a su madre sola, pero estaba dispuesto a obedecer porque confiaba en ella y sabía que no le podía ir mal. Se subió a Tachira y se dispuso a irse cuando, de improviso, una explosión los tiró a él y a su madre de lleno en el suelo.
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Ecos de sol.
FantasySer un líder es difícil. Drena todo de tí, te lleva hasta el punto más crítico de la existencia. Zedric no quiere serlo. No quiere gobernar a un reino que desconoce, no quiere luchar contra una enemiga conocida. Sólo quiere ser libre, e intentará...