Siéndoles franca, las cosas no fueron para mejor. Desde el asesinato de mi padre todo pareció empeorar y lamentablemente las cosas no encajaron perfectamente en mi mente por lo que, para la desgracia de mí y la familia que me quedaba, tuve que acudir urgentemente al mejor psicólogo de la ciudad: el Dr. Molles, quien desde el primer día no me agradó lo suficiente.
Mi ingreso a la facultad se hizo imposible; por las noches sólo vivía escalofriantes pesadillas, por las tardes acudía al consultorio y a la mañana recaudaba dinero trabajando en una cafetería, hasta el mediodía, puesto que mi objetivo era empezar la universidad el próximo año, pero parecía que aquella meta cada vez se alejaba más y no lograría alcanzarla.
Podría definirme como una miserable loca con falsas esperanzas de falsos objetivos y falsos esfuerzos. Mi vida era un completo desastre que por poco podría llamárselo vida. Mis sueños se cayeron por el barranco del de donde yo caí primero, mis oportunidades se aplastaron y todo lo que quedaba de mí parecía que nunca fue mío.
En mi trabajo conocí a Gastón, quien me entendía bastante y nos llevábamos demasiado bien, aunque lo único que me incomodaba de él era que quisiera tener algo conmigo que yo, sinceramente, no deseaba tener. Aun así, formé nuevas amistades y salí adelante desde distintos puntos de vista, a pesar de que en el fondo seguía completamente rota.
Para mamá todo pareció mejorar: obtuvo el divorcio que venía deseando literalmente desde que se casó, consiguió una nueva pareja que resultaba ser el auténtico Dr. Molles, y mi padre nos dejó a ambas una herencia millonaria. Deseaba lo mejor para mi madre, sin embargo, estaba resignada, lo poco bueno que viví se quemó junto a las desgracias que llegaron para torturarme desde que Nicholas murió y, en cambio, mi madre vivía sobre un campo florecido que cobró color desde el fallecimiento de su esposo.
A veces hubiese preferido que ese disparo me matara a mí, pero claro, eso ya estaba superado.
—¡Empiezas la facultad! —me despertó mi madre, sacudiéndome con brusquedad.
—¡Mamá! —grité, incorporándome de inmediato y provocándome un mareo terrible.
—Vístete, el desayuno está listo.
Tuve un año complicado, pero actualmente con veinte años las cosas comenzaban a salirme mejor; acepté la propuesta de Gastón, comencé a tomar las pastillas que me recomendaba insistentemente el doctor Molles y mis estudios para la facultad se reforzaron como nunca. Se podría decir que, por un momento, me salieron dos grandes alas, alcancé el comienzo de todo aquel hoyo y pude seguir adelante.
No hay por qué negarlo, está claro que, en la vida, a veces, se comete el error de mirar atrás, aunque por un segundo sientas que todo aquello jamás ocurrió.
Lo superé, seguí adelante y conseguí una vida totalmente opuesta a la que tenía, me sentí renovada, y lo suficiente satisfecha como para poder sonreír de vez en cuando. Ahora todo era diferente, aunque aun no podía contestar la pregunta que Molles me preguntaba sin falta antes de que comience la terapia: "¿eres feliz?"
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Sin Rencor | COMPLETA
Teen Fiction(SEGUNDA PARTE DE "SIN LÍMITES" | SIN EDITAR) Superar tu pasado, resolver tus problemas y volver a empezar no es una tarea sencilla cuando tienes en mente a la persona que te cambió la vida. El tiempo ha cumplido su función: los recuerdos comienzan...