Capítulo 19

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—Necesito

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—Necesito...—susurró mientras sus pupilas se movían de un lado al otro, divagando por mi rostro, como si intentase buscar el indicio de una mentira que le haga creer que mi propuesta era un sueño, una farsa o un engaño—. Necesito pensar... asimilar... yo... no entiendo nada—concluyó entre titubeos, haciéndome a un lado sutilmente y caminando hasta la salida del consultorio.

Jones desapareció de la sala de espera, dejándome en mira de la secretaria, quien observaba la situación como si se tratase de su telenovela favorita, y de los pacientes, quienes se hacían a los indiferentes mientras mataban el tiempo leyendo unas revistas viejísimas, cuando, en realidad, estuvieron atentos a cada movimiento y palabra que provenía de Sebastián y yo.

Salí de la sala a los tropezones, olvidándome nuevamente de mi turno con Molles, y miré hacia todas las direcciones posibles, esperanzada de encontrar a Jones, quien, afortunadamente, avanzaba por la segunda cuadra de la mano del consultorio de Carlos, a un paso lento, como si estuviese perdido y confundido.

Llené mis pulmones de aire y comencé a correr hacia él, como si se tratase de aquella luz salvadora que aparece entre las tinieblas de un oscuro momento, mi oscuro momento. No olvidaba lo que pasó en la universidad, ni lo que estaba ocurriendo con mi madre, la historia que me relató Ester, ni mi extraña relación con Gastón, quien se había desaparecido después de la confesión que hice cuando volví de la casa de la abuela de Jones. Todo ese conjunto de complicaciones y situaciones conformaban aquel momento oscuro, y el único que me rociaba un poco de esperanza y confianza era Sebastián, mi luz.

—Sebastián. —Lo di vuelta con ímpetu, aunque debo admitir que me sentí intimidada cuando su pecho rozó con el mío y sus pupilas, rodeadas de aquel esmeralda que me hipnotizaba, se centraron en mis ojos.

—Basta Nadia—dio un paso atrás, como si fuese un niño asustado—..., estoy demasiado confundido, no sé qué pensar, no sé qué hacer, si esto hubiese pasado en otro momento sería más fácil, pero no fue así.

—No te estoy pidiendo que volvamos como pareja—admití, aunque a veces me nacían las intenciones de rodearle el cuello y abrazarlo con la excusa de después sellarlo todo en un fugaz beso que repongan nuestros momentos perdidos, curen las heridas abiertas y nos impulse a comenzar de nuevo—, te estoy proponiendo unirnos para saber nuestra verdad. No se trata de mí, a vos también te mintieron.

—No sé si quiero enterarme de quién me alejó de...—Se detuvo, como si estuviese buscando una palabra que sintetice aquello que estaba por decir—... vos.

—¿Preferís seguir echándome la culpa de todo cuando no es así?

—Prefiero seguir con mi vida, no puedo quedarme encasillado en mi pasado, ya sufrí demasiado, si sigo averiguando sobre él sé que no saldré ileso.

—¿Y qué hay de nosotros? —me atreví a preguntar, sintiendo una pequeña aceleración de parte de mi corazón.

—¿Qué hay de tu chico? —señaló la cadenita que rodeaba mi cuello—, ¿la misma historia de Fabián?

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora