Capítulo 6

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El sonido ensordecedor de la alarma de mi celular anunciándome que debía sacar mi trasero de la cama y vestirme de una vez por todas para iniciar el estresante día que me esperaba en la facultad me tomó de desprevenida

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El sonido ensordecedor de la alarma de mi celular anunciándome que debía sacar mi trasero de la cama y vestirme de una vez por todas para iniciar el estresante día que me esperaba en la facultad me tomó de desprevenida. Estaba tan tranquila y cómoda envuelta en las sábanas de mi cama que las pretensiones de moverme eran nulas. Así que, estiré mi mano, agarré el aparato con los ojos entrecerrados y postergué la alarma.

Otro día de facultad ¿preparada? Gritó con entusiasmo mi mente, mientras me acomodaba en mi cama para entrar de nuevo en mis sueños profundos. ¿En serio se podía tener entusiasmo mental y no físico? Porque resulta que mis piernas no deseaban moverse en aquel momento.

—¡Nadia! —abrió la puerta mamá, y entreabrí nuevamente los ojos, así ser expectante de sus pasos ligeros y rápidos hacia las cortinas de la ventana.

—¡No, mamá, por favor! —grité rápidamente, pero ponto caí al suelo cuando los rayos del sol chocaron con mis retinas.

—Ya deberías estar cambiándote—se cruzó de brazos, mirándome arrojada en el suelo con la cara aplastada sobre la madera lustrada—. ¿Qué haces acostada?

—Verifico el enceramiento de la madera—hablé con ironía mientras me incorporaba con los ojos rojos.

—¡No hay tiempo para eso! Vístete, por la tarde visitarás el consultorio de Carlos.

—¿¡Qué!? —me escandalicé por completo, mirándola con el ceño levemente fruncido—, ¡acordamos no ir, mamá!

—¡No es por eso! ¡Nunca me dejas terminar! —salió de la habitación, ofendida.

—¡A ver, mujer indignada! —me asomé por la puerta mientras observaba cómo ella se alejaba dando largas zancadas—. ¿¡Por qué otra cosa sería!?

—¡Necesita una secretaria! ¡La suya tomó licencia! —gritó mientras bajaba las escaleras.

—¿¡Y qué los hizo pensar que yo sería un buen remplazo!? —grité, totalmente descarrilada. Mis mañanas nunca empezaban con la mejor energía.

—¡O vas o asistes a una sesión! —amenazó ya desde la planta baja.

—¿¡Otra vez con eso!? —me metí dentro de la habitación para cambiarme.

—¡Decídete! —concluyó, dando un portazo desde la cocina.

Mi taza de café humeante esperaba en la mesa con unas tostadas recién horneadas. Me senté con una sonrisa y sentí que rejuvenecía en el momento que el calor de la taza se traspasó a mis manos y el humo del café invadió mis fosas nasales con su delicioso olor. La acerqué con una sonrisa a mis labios y di un ligero soplido para poder regalarle un primer sorbo a la misma. El borde de la taza terminó siendo manchado por mi labial rojo, el cual elegí especialmente para combinar con una remera del mismo color ajustada que no tenía hombros, la cual conjunté con unos jeans celestes y unas sandalias blancas.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora