Capítulo 11

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No hay muchas explicaciones que pueda dar, no tenía idea de lo que estaba por hacer, pero de alguna extraña manera mis piernas pasaron a pensar y mi cerebro se quedó en blanco

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No hay muchas explicaciones que pueda dar, no tenía idea de lo que estaba por hacer, pero de alguna extraña manera mis piernas pasaron a pensar y mi cerebro se quedó en blanco.

Luego de mi reencuentro con Sebastián, si es que podía llamárselo así, todo lo que había progresado en mi vida se vio manchado por una recaída que pensé que se evitaría luego de soportar años de terapia y sesiones de la mano de Carlos. Sin embargo, esta vez estaba retrocediendo en aquel camino que traspasé con Molles, me decidí por buscar mi pasado y atreverme a enfrentar a quien sea que me estaba esperando. Había optado por ir a la casa de Ester.

No puedo negar que varias veces me frené a mitad de vereda y tuve las intenciones de volver al menos a mi casa y discutir con mi madre por lo que había hecho a mis espaldas, descartando que tuvo el descaro de mentirme con anticipación, pero, antes de sumarme un problema más, prefería descartar uno, enterarme de aquel "todo" que Ester quería confesarme y cerrar de una vez por todas aquella escandalosa etapa que maldijo mi último año en la adolescencia.

Llegué hasta el hogar de la abuela de Jones y no pude evitar quedarme plantada frente a la vieja puerta que se mantenía cerrada frente a mis ojos. No estaba segura si realmente me encontraba preparada para volver a hablar con Ester, ¿y si era una trampa y Sebastián estaba adentro? Cerré los ojos con fuerzas, inhalé y exhalé una bochada de aire y busqué un poco de coraje entre la cantidad de nervios que me colmaban el sistema. Di un paso adelante, golpeé la vieja madera de la puerta y esperé a que abriesen durante diez segundos exactos.

—Sabía que tomarías la decisión correcta—abrieron la puerta.

—Aun no sé si es la correcta—respondí con seriedad. Volver a ver la abuela de Jones me traía los recuerdos de la última cena que compartí con ella, esa cena en donde todo terminó siendo más bien un completo desastre. Me alegró, de alguna manera, que los años no la hayan arruinado. Ester era un lujo de ver, llevaba un cabello amarronado canoso a los hombros y mantenía intacta aquella expresión dulce y serena reinando cada facción de su rostro levemente arrugado.

—Te teñiste el cabello—apuntó, haciéndose a un lado e incitándome a pasar.

—No vengo a hablar de mi estética—respondí mientras ingresaba al hogar, el cual estaba exactamente como lo había conocido.

—¿Quieres tomar algo? —preguntó mientras cerraba la puerta y le echaba llave—, ponte cómoda—me señaló el sillón de la sala mientras dejaba la llave colgada en el portallaves.

—No, gracias, estoy con poco tiempo, así que preferiría que vayamos al grano de todo este asunto—contesté, dejando mi bandolera sobre el sillón y sentándome junto a ella.

—Es sobre Sebastián—comenzó diciendo, sin dejar de mirarme a los ojos. Ella aun permanecía cerca de la puerta, y me incomodaba el hecho de que no tomase asiento.

—Mire, si va a echarme alguna culpa sobre lo que sucedió o intenta que le haga algún favor por él prefiero que directamente me considere muerta y deje de llamarme—dije mientras agarraba mi bandolera, pretendiendo irme.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora