Capítulo 34

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Dentro del laberinto de desgracias en el que Sebastián y yo estábamos atrapados parecía no existir una salida

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Dentro del laberinto de desgracias en el que Sebastián y yo estábamos atrapados parecía no existir una salida. Entre la vida y la muerte, entre un extremo y el otro, y sin un término medio, mi desesperación por el saber me acorralaba en un sentimiento de ira por no poder hacer nada. Quería saber qué pasó con Raúl y hacer algo por él y Jones.

Lo más duro era estar observando cómo Sebastián se encontraba dentro de su mundo, buscando tranquilidad en medio de la ira y calma en medio del disturbio. Chiara disparó y Raúl cayó, pero lo que nadie sabía aún era que Jones también estaba cayendo, hundiéndose, lentamente, en silencio, dentro de sus pensamientos.

El círculo social de Sebastián era muy estrecho, pero cargaba las mejores y más especiales personas que había conocido. Raúl era una de ellas, y perderlo sería la llegada de una herida irrecuperable.

—¿Llamaremos a la policía? —susurré.

Frente a frente, Jones sentado en el suelo y apoyado contra la puerta de la habitación que Sam nos había asignado, y yo sentada en la cama de dos plazas, no conseguí respuesta alguna. Sebastián había puesto su absoluta atención en la superficie pulida del piso de madera desde hacía una hora.

—Sebas...

—Cállate, Nadia, por favor—masculló, sin siquiera mirarme.

—Hace una hora no decís absolutamente nada—desobedecí sus peticiones—. No sé vos, pero yo no me quedaré sentada sabiendo cómo Sam y Chiara gozan de nuestras lágrimas—me levanté de la cama.

En realidad, no quería quedarme sentada siendo expectante de cómo Sebastián se desmoronaba. "No te acerques, necesito estar solo", me había dicho con frialdad cuando intenté abrazarlo. En ese entonces, me empecé a dar cuenta de que cuando Sebastián perdía alguien, él se perdía a sí mismo, y requería de un momento para volver a encontrarse.

—Suerte—se hizo a un lado para darme pase a la salida.

Caminé hasta la puerta, bajé el picaporte, abrí la puerta y, antes de salir, le eché una mirada a Jones, esperando a que estuviese mirándome con consternación, buscando que me quedara, pero nuevamente lo encontré con su atención anclada en el suelo.

Necesita estar solo, pensé.

Salí al pasillo, cerré la puerta a mis espaldas y observé la alfombra bordó que cubría el suelo en su totalidad, como en la oficina de Sam. Rápidamente, rememoré la sangre que rodeaba el cuerpo derribado de Raúl, la sangre que trepaba por los hilos de su camisa blanca, la sangre que manchaba las manos de Sebastián, aquella sangre que también había estado presente en otro momento, con otro disparo y otra persona: mi padre.

Sentí angustia en cuanto me llegaron aquellos recuerdos. Recuerdos que abarcaban un momento en particular, y el cual  lamentaba recordar, no por dolor, sino porque sabía que podría repetirse: sería nuevamente testigo de un asesinato.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora