Capítulo 36

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Escucho los pasos de alguien que está junto a mí, o tal vez de alguien que está detrás, o delante

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Escucho los pasos de alguien que está junto a mí, o tal vez de alguien que está detrás, o delante. No logro ver a nadie, por eso descarto la última opción, e intento voltearme, pero estoy acostada. No puedo mirar atrás. Ni tampoco puedo ver al frente. Estoy viendo por encima de mí un fondo blanco, una luz brillante, ¿es el sol? ¿es la luna? No estoy segura, pero sé que no es el vacío. No me siento vacía, me siento cargada, y me preocupa. ¿Son las mentiras? ¿Son mis errores? ¿Es eso lo que me pesa? Empieza a dolerme cada vez un poco más. ¿Es una voz lo que estoy escuchando ahora? ¿O un simple sonido? Ni siquiera termino de entenderlo. Tal vez ni siquiera estoy escuchando a alguien, sino que es algo. Algo que intenta advertirme que...

—Bienvenida—escuché la voz de Sebastián a mi lado.

Me giré hacia él con los ojos entrecerrados y me sonreí al verlo sentado en una silla, con su atención puesta en mí, y mostrándose con una apariencia casi demacrada: el pelo alborotado, ojeras oscuras bajo unos ojos cansados y una taza de café humeante entre las manos.

—¿Ya me apuntaron el pie? —pregunté, mirando a mi alrededor. La habitación que me habían asignado era tan deprimente como aburrida: paredes blancas, ventanas con cortinas verdes traslucidas, un televisor viejo sobre un pupitre a unos pasos de mi camilla.

—Te operaron—respondió con seriedad, dejando su vaso de café sobre una mesa desocupada que se encontraba junto a él.

—¿Qué hora es? —pregunté mientras me refregaba la cara con las manos.

—Son las seis de la tarde.

—¿¡Ya pasó todo el mediodía!? —me sorprendí, girándome hacia él con los ojos amplios.

—Y está terminando la tarde.

—¿Y el tipo que estaba en el auto? —recordé al hombre que se detuvo a un costado de nosotros.

—Lo arrestaron, llamaste a la policía, ¿te acordás?

—Claro—suspiré, reacomodándome en mi camilla—. ¿A Sam también lo arrestaron?

—Sí, y a Chiara. Todos cayeron.

—Fantástico—susurré, mirando la puerta de la habitación. ¿Cómo habían sucedido tantas cosas en mi ausencia? ¿Habrían pasado unos cuantos días desde que me desmayé en medio del arresto de los Beltrán por la cantidad de sangre que vi desprender desde la herida de mi pie?

—Te desmayaste, es normal que no recuerdes algunas cosas—dijo Jones, llamando mi atención.

—¿Sigues enojado conmigo? —inquirí algo confundida. Tal vez lo de Chiara había sido uno de aquellas pesadillas que sufría luego de un desmayo.

—Sí—asintió con la cabeza.

—Mierda—murmuré, mirando las noticias del televisor. Anunciaban que había atrapado al famoso Liceo Beltrán, quien, en vez de liderar una inmobiliaria, era uno de los mayores narcotraficantes junto a sus sobrinos y colegas.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora