Capítulo 2

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Atendí los pedidos, limpié las mesas, acomodé las servilletas limpias y arrojé las que estaba sucias, barrí la entrada y el interior del local, vacié las bandejas minadas de vasos y envoltorios e intenté distraerme con la música que reproducían lo...

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Atendí los pedidos, limpié las mesas, acomodé las servilletas limpias y arrojé las que estaba sucias, barrí la entrada y el interior del local, vacié las bandejas minadas de vasos y envoltorios e intenté distraerme con la música que reproducían los parlantes del local, pero nada era suficiente como para llegar a la hora de irme. Tenía unas inmensas ganas de volver a verla, pero apenas mi trabajo terminaba a las doce y recién eran las nueve de la mañana. Lamentablemente hoy ella empezaba la universidad, su turno comenzaba a las ocho, así que mandarle un mensaje sería algo inoportuno.

Me pregunto si me extrañas tanto como yo.

—¿Qué te pasa? —se acercó Mecha, una de las encargadas de la barra—, los clientes están atendidos, las mesas están listas, todo está en orden, ¿en serio estás encargándote de rellenar la vitrina ya llena?

—Quiero verla, Mecha—respondí, cerrado la puerta de la vitrina—, es diferente sin ella.

—No vayas a meter la pata—me apuntó con el dedo índice, amenazante—, sabes que lo que más deseaba era irse a la mierda y empezar una carrera.

—Si, ya sé—suspiré, apoyándome contra vitrina y mirando mis zapatillas azules—, pero después de embobarme todos los días con ella y al final conseguirlo... no sé, fue todo a último momento, como si en realidad quisiese hacer un estilo de prueba de recuperación.

—¿Una prueba de recuperación? —se rio, golpeándome con la mano en el hombro.

—No me dio bola nunca—me refregué el hombro, adolorido—, y de repente se decidió a tomar las pastillas que le recomendaban, reforzó los estudios, se vino conmigo. ¿No te parece que accedió a ser mi novia no porque lo quiere sino porque le conviene?

—Sos un pelotudo—concluyó—, voy a atender, —señaló la mujer que miraba los variados sabores de café para llevar—, respirá ¿okay? Te ponés a reflexionar y decís pavadas. Te ves raro.

Mecha se alejó de mí mirándome con una expresión confusa, como si lo que dijese y pensase no tuviera sentido, y caminó hasta la caja del mostrador para atender a la mujer que esperaba algo impaciente. La señora se quejó por lo bajo, pero Mecha ya sabía controlarse ante ese tipo de clientes, así que decidió por ignorarla y sonreírle con simpatía y confianza, le tomó su pedido con amabilidad y, mientras anotaba, le contaba lo estresante que fue su día. Por eso siempre decía que era una de las favoritas del jefe, sabía cómo encarar cualquier tipo de situación ante cualquier tipo de cliente, aunque a veces supusiese que tenía algo con el dueño de la cafetería.

—Un cappuccino con dulce de leche, crema y chips de chocolate—me alcanzó el pedido con una sonrisa dulce—, ¡mové el culo! —me empujó al notar que estaba paralizado en mi lugar.

Caminé hasta la cocina con pereza y saqué un vaso para preparar el cappuccino especial. Estaba abatido, y no me sorprendía en absoluto, pensar de más era una de las cosas que hacía con profesionalismo, y sacar conclusiones que tal vez eran incorrectas formaba parte de mis defectos. Pero ¿y si tenía razón? ¿Y si Nadia estaba conmigo por pura necesidad de combatir sus anteriores sentimientos hacia el chico que asesinó su padre? No quería si quiera pensarlo, era frustrante, y, además, repentinamente me invadían los celos. Recordar la anterior relación de Nadia me traía un gusto agrio, no había día que ella no lo defendiese de los comentarios desaprobatorios de su madre, que perdió el cariño a tal tras haberse enterado de las ilegalidades que cometía estando con su hija. Apoyaba a la madre, entendía que no podía permanecer compadeciéndose de alguien que no sólo asesinó su esposo, sino que asesinó a su anterior hija. Ella insistía en que Nadia ya no era la misma, que había muerto junto al cadáver de Nicholas, y esperaba revivirla algún día. Jones se había ganado mi disgusto sin siquiera conocerlo, y esperaba no cruzármelo en ningún momento, ya que no soportaría mirarlo tras haber dejado a una chica que sufrió tanto por él y luchó por su libertad con diecisiete años.

Nadia y yo compartimos un largo tiempo de trabajo, una vez la encontré llorando al lado de la canilla para lavar los platos, y fue ese día en el que logré conocer gran parte de su historia. Tenía miedo de que Sebastián persistiera en la mente de ella e incluso soñase con volver a verlo. No quería perderla, lo era todo para mí, me había enamorado de su belleza, su personalidad y el desastre que la envolvía.

Lo único que esperaba ahora era que recuerde que hoy cumplíamos cuatro meses de novios.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora