Capítulo 32

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La casa de los Beltrán es uno de los lugares más lujosos que existen, o al menos el más lujoso que presencié en mi vida

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La casa de los Beltrán es uno de los lugares más lujosos que existen, o al menos el más lujoso que presencié en mi vida.

Al entrar a la sala principal, lo primero que ves es una gigante escalera que se divide en dos y te conduce a los pasillos donde se encuentran las habitaciones, cuartos de juego, baños, y hasta un gimnasio. Por un segundo, pensé que Chiara me destinaría hasta allí, pero, afortunadamente, cruzamos por debajo de un arco que se encontraba a nuestra izquierda y nos adentramos al living del hogar, el cual estaba repleto de parejas que charlaban y se besaban en los gigantes sillones grises que acompañaban la chimenea de la casa.

—Fuera—ordenó Chiara autoritariamente, presionando mi mano derecha con la suya.

Quienes anteriormente estaban riendo y hablando, automáticamente se incorporaron de sus lugares y abandonaron la sala.

—Imbéciles—masculló, tirando de mí para sentarme sobre el extremo izquierdo del sillón que daba la espalda a la abertura que conducía al comedor de la casa.

—¿Vamos a hablar? —le pregunté, incomodándome en cuanto se sentó a horcajadas sobre mi regazo.

—Por supuesto—sonrió, inclinándose hacia mí y pasando su brazo izquierdo por detrás de mi nuca y su mano derecha por encima de mi cabello.

—Linda, estoy en una relación ahora—dije sutilmente.

—¿Desde cuándo? —Bajó su mano derecha por mi brazo izquierdo, tomó mi muñeca y posicionó mi mano por debajo de su cintura.

—Lo formalizamos hace poco—ajusté mi mano sobre su cintura.

—Esa chica es la que te dejó abandonado en la cárcel, bebé, ¿estás al tanto de eso? —preguntó mientras colocaba mi mano derecha en el mismo lugar donde dejó la otra.

—Sí, pero han estado pasando otras cosas.

—No me digas—se rio, presionando mis hombros con sus manos—, ¿volvieron a enamorarse?

—Chiara—dije impacientemente. La risa de la niña Beltrán era una melodía insoportable.

—No me llames así—demandó, con un tono molesto.

—Estuve mucho tiempo fuera de esta casa, volví a encontrarla y me enteré de muchas cosas—expliqué, acomodando un mechón de su cabello detrás de su oreja—. Tu hermano fue quien me alejó de acá.

—Sam te estaba poniendo a prueba y vos escapaste—me contradijo con seguridad.

—Él me espantó.

—Vos nos robaste—hundió su dedo sobre mi pecho, apuntándome.

—¿Y por eso ahora están extorsionando a cada persona que se vincula conmigo? —inquirí, anclando mis ojos en los de ella.

—Yo no tengo nada que ver con eso—contestó rápidamente—, son ideas de Sam.

—Mentira—tiré de su cintura para pegar su cuerpo al mío—, seguramente fue tu idea ir por Nadia—la culpé, sintiendo su aliento chocando contra mi boca.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora